Faltaban siete minutos para el final. La Argentina empataba 1-1 con Nigeria y se quedaba sin Mundial . A puro corazón, la selección avanzaba contra el arco africano por ese gol que provocara el desahogo; también, se desprotegía en el fondo y sin un retroceso coordinado ofrecía inseguridades. Dos minutos antes de la definición de Marcos Rojo, el debut de Franco Armani en la Argentina tuvo tinte heroico: el guardavallas tapó un mano a mano a Ighalo, en una atajada que mantuvo a flote a la selección. Como tantas veces lo hizo en este semestre en River, el casildense tuvo ayer la oportunidad de mostrar que su aparición no fue un reclamo, una operación mediática. Se trató de un estreno de ensueño en celeste y blanco.

"Yo voy a ser como Fillol", decía Armani en la intimidad, cuando su figura no atraía los flashes ni tenía la exposición que logró en los últimos años. Eran tiempos en que atajar en River o vestir el buzo de la selección era una fantasía. Pero a los 31 años, aquel deseo se hizo realidad: una actuación sobria, sin sobresaltos y con esa atajada con el sello de los arqueros que están acostumbrados a los grandes desafíos, credenciales de presentación para quien dos mundiales atrás era arquero de Deportivo Merlo, en el ascenso.

Con Nigeria dio señales de porqué Atlético Nacional, de Medellín, lo considera un estandarte en su historia: no solo porque es el jugador con más título, con 14 coronas, sino porque sus atajadas resultaron columnas de esas conquistas. En el recorrido del juego ofreció la solidez que no pudo garantizar Wilfredo Caballero en los partidos anteriores. El arco es suyo. Al menos así se lo hicieron sentir en la cancha, donde jugó con soltura, como si estuviera en el Monumental. Su actuación estuvo en el podio, con las de Messi y Rojo.

"Al gran pueblo argentino, salud", escribió Armani en las redes sociales. Acompañó el mensaje con una foto. No cualquiera. Messi lo está abrazando. Con el aura protectora del capitán, el arquero no defraudó. Entró en escena en un momento complicado de la hoja de ruta. El grosero error que cometió su amigo Caballero ante Croacia le abrió la puerta para el debut. "Este grupo de jugadores me dio un apoyo muy grande", reconoció, quien nunca estuvo en una lista de convocados.

Se adaptó con rapidez al grupo. Un arquero "trabajador y humilde", tal como lo definen. Comparte la habitación con Caballero, con quien forjó una estrecha relación en las últimas semanas. Tanto con él como con Nahuel Guzmán, quien ingresó a la nómina para reemplazar a Sergio Romero, desafectado por una lesión. Esa cofradía se refleja en cada momento y ayer se hizo evidente: tuvo la arenga constantes de los de afuera y fue Caballero quien lo abrazó en primer turno tras el triunfo.

Con la clasificación en la mano, Armani sólo se dedicó a festejar. Aquella atajada del final valió tanto como un gol y sus compañeros se lo hicieron sentir. Desde ese abrazo fraternal que le dio Messi hasta los saludos y felicitaciones que recibió en la celebración. El desahogo fue muy grande, aunque no se trate de uno de los apellidos históricos de la selección. "Siempre hay que estar cuando el equipo lo necesita, y ese era un momento muy difícil porque si nos convertían se ponía todo complicado", resaltó sobre la acción con Ighalo.

Armani es muy apegado a la religión. Algunas lesiones le complicaron la carrera en Atlético Nacional y encontró allí una ayuda más allá del fútbol. "Gracias a Dios", fue lo primero que dijo ayer con la victoria consumada. "Se entregó todo dentro del campo de juego. Estoy muy orgulloso del plantel que tenemos. Salimos adelante, el equipo sacó pecho sabiendo que la clasificación se iba a dar", fue la conclusión final.

Si Messi guió al equipo y Rojo fue el héroe con el agónico gol, la solidez de Armani fue la tercera pata en la que la Argentina se apoyó para lograr la victoria.