"Marcos es Mauricio. Si hoy te reclaman que se vaya Marcos, mañana te van a pedir la salida del Presidente". Contundente, una importante figura del gabinete nacional rechazó ayer los insistentes rumores sobre la salida de Marcos Peña del Gobierno. La frase también buscó minimizar el efecto de la disputa interna en Cambiemos que, como nunca antes expuso la corrida del dólar, a partir de los inocultables esfuerzos de María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta y Rogelio Frigerio para diferenciarse del jefe de Gabinete en la interpretación de la profundidad de la crisis.
"Es la tensión que se nos contagia a todos. Macri se banca las presiones", resumió el mismo funcionario. Nadie en la Casa Rosada esquivó el bulto para reconocer la fuerte preocupación que embargó a la primera línea del poder durante toda la jornada. Pero la conclusión fue unánime: la solución para contener la incertidumbre y articular la señal de confianza que reclaman los mercados es centralmente política. Y se traduce en un gran acuerdo político con los gobernadores sobre los ejes del proyecto de Presupuesto del próximo año. Hacia ese objetivo ordenó Macri direccionar toda ingeniería oficial en la apuesta de anunciar el pacto en el transcurso de la próxima semana.
"El peronismo nos va a hacer pagar el costo político, pero no quedará otra que pagarlo", admiten cerca del Presidente. Y descuentan que renovarán el respaldo de los mandatarios de la propia alianza oficialista. Si se cumplen los cálculos del Gobierno, el presupuesto ingresará al Congreso aún antes de la fecha tope del 15 de septiembre con la garantía política del apoyo previo de todas las provincias.
Esa es la llave más efectiva que visualiza el Ejecutivo para desarmar la bomba financiera y cambiaria en el corto plazo. Mientras tanto, la decisión oficial parece encaminada hacia la estrategia de dejar flotando el dólar con mínimas intervenciones del Banco Central. "No vamos a reventar reservas para que el dólar baje de $ 40 a $ 35, eso no tiene ningún sentido", es el mensaje que repiten cerca del jefe de Estado. Incluso, para reforzar el argumento, aseguran que la decisión de elevar a 60 puntos la tasa más que un intento por frenar la escalada del dólar, constituyó una apuesta para buscar contener la inquietud social y evitar una ola masiva de retiros de los depósitos en los bancos.
En los despachos oficiales, donde ayer era evidente el nerviosismo, se siguen preguntando
qué es concretamente lo que el mercado le está pidiendo al Gobierno. Afirman que les
cuesta identificar lo que hay en realidad detrás de la corrida, pero se animan a esbozar
algunas respuestas.
Allí, entonces, subrayan la incertidumbre por ciertos cambios institucionales que prometió
el macrismo pero que no han logrado tomar debida forma y hasta deslizan alguna
inquietud del mercado respecto a la eventual alternativa de una derrota electoral de
Cambiemos el próximo año. De vuelta la insistencia en el trasfondo político de la crisis.
Nada de ello, sin embargo, parece alterar la hoja de ruta que se trazó por estas complejas
horas el Presidente y que, como eje central, supone esquivar los reclamos de cambios en
su gabinete y, en especial, el de su más directo colaborador.
"A Macri las crisis no le son ajenas, se banca las presiones como siempre", aseguran desde
su entorno. Con esa convicción se concentran en avanzar bajo la lógica del paso a paso:
bancar la histeria del mercado y a par dar forma al acuerdo con los gobernadores que,
presuponen, podría destrabarse más rápidamente por efecto de la mismísima crisis: la
devaluación terminará licuando el costo de los recortes para cumplir con la meta del déficit
fiscal.