| Entre Ríos EN LOS MEDIOS NACIONALES |
Miércoles 14 de noviembre de 2018
Se aviva el fuego en el macrismo y el PJ (referencia al gobernador de Entre Ríos)
Pichetto

La ley de Presupuesto que, salvo algún imprevisto sancionará hoy el Senado, podría significar el inicio de una reconfiguración en el oficialismo y la oposición. Para el Gobierno representaría la segunda señal política positiva dentro de un escenario marcado por la severa crisis económica. La primera consiste en la estabilidad cambiaria que lleva más de un mes, cuando Guido Sandleris llegó al Banco Central. Habrá que ver si se mantiene. Ahora, con la promesa del déficit cero, podría atornillarse el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que asegura el financiamiento para la Argentina hasta el 2020. Después arrancaría otra historia.

A partir de esas presuntas garantías, el macrismo empieza a esbozar los paisajes electorales del año próximo. Sujetos siempre a una condición: que las expectativas económicas mejoren. Entre el segundo y tercer trimestre. De lo contrario, se le hará cuesta arriba afrontar las PASO de agosto y la primera vuelta de octubre.

¿En qué debería consistir aquella mejoría? Primero en una lenta disminución inflacionaria. Difícilmente pueda ser percibida por la sociedad antes de enero. Quizá noviembre puede poseer esa tendencia. Pero diciembre suele ser, estacionalmente, una época complicada para los precios. Luego, el Gobierno apuesta a una mejora del consumo que atizaría el bono compensatorio de fin de año, junto al medio aguinaldo y la actualización de las paritarias. Enero y febrero, tramos centrales del turismo, podrían señalar un cambio en la sensación social. Infinitamente mucho más marcada, por supuesto, en aquellos que dispongan de un sobrante en los bolsillos para hacer algún paseo.

El verdadero desafío nacería a partir de marzo. Conservar aquellas variables con una siquiera insinuante reversión del proceso recesivo. Empezar a desandar, por ejemplo, la caída del sector industrial que en septiembre, según el Indec, registró un derrumbe del 11,5%. Un pico desconocido desde julio del 2002. La capacidad instalada del sector viene en picada y en bloque. Con una excepción: las industrias metálicas, beneficiadas por el envión de la devaluación y la corriente exportadora.

Sobre esa hipótesis, Cambiemos desenrollará a partir del verano sus estrategias políticas. Elisa Carrió, líder de la Coalición, exigirá mayor representación en todas las listas de candidatos. El radicalismo se debate entre dos opciones. Presentar un postulante que compita contra Mauricio Macri en las PASO. Enunciado que todavía no tiene vuelo. Presionar para colocar al compañero de fórmula del Presidente. Verdadera aventura, conociendo la composición de genética política que caracteriza al núcleo duro del macrismo. Allí continúan pensando en una figura propia y pura.

Tampoco dentro del macrismo están todos los pleitos saldados. No cesa el ruido, por ejemplo, de la temprana determinación de Emilio Monzó de no renovar su banca. El titular de la Cámara de Diputados sostiene una buena relación personal con Macri. Aunque es raleado de las discusiones políticas centrales. El bloqueo surge de Marcos Peña, el jefe de Gabinete, y el asesor ecuatoriano, Jaime Durán Barba.

Monzó tampoco estaría sólo. Junto a Rogelio Frigerio han sido grandes negociadores con la oposición en el Congreso durante estos tres años. El ministro del Interior tampoco se consideraría estimado a la hora de las discusiones neurales en el poder. Una decepción similar invade a su segundo, Sebastián García de Luca, Secretario de aquella cartera. Se trata de un hombre que integró el elenco de la gestión de Felipe Solá en Buenos Aires. Oriundo de Chivilcoy. Por lo tanto, cercano también a Florencio Randazzo.

El futuro apartamiento de dichos funcionarios no resulta bien ponderado en territorios potentes del macrismo. María Eugenia Vidal, después de un inicio ríspido, valora a Monzó como una pieza clave. Algo similar le ocurre a Horacio Rodríguez Larreta con Frigerio. Convivió con él en el gobierno de la Ciudad durante la gestión de Macri. Regenteó, justamente, el Banco Ciudad.

Monzó es de Carlos Tejedor, donde fue intendente. No imagina su futuro ajeno a Buenos Aires. A la gobernadora no le parecería mala idea impulsarlo como primer candidato en el distrito en 2019. Para recolocarlo en la escena principal. Vidal presume una próxima elección ajustada que, en el mejor de los casos, permitirá a Cambiemos continuar en el poder en condiciones similares a las presentes: con la necesidad de un pulso siempre negociador en el Congreso. Sin el dominio de las Cámaras. ¿Por qué regalar entonces la experiencia de Monzó?, interpela.

Al titular de la Cámara de Diputados le interesa lo que ocurre con Miguel Angel Pichetto. Con el senador peronista, entre otros, logró en estos años la sanción de varias leyes que le garantizarongobernabilidad a un poder de origen débil. Esa sería una de las razones por las cuales el dirigente de Río Negro está sufriendo fuertes presiones internas que desgranan su bloque de Argentina Federal. Se verá hasta dónde llega el goteo en la votación por la ley de Presupuesto.

La ruptura fue oficializada por José Alperovich. El senador por Tucumán comunicó que está dispuesto a jugar por la postulación de Cristina Fernández en el 2019. De paso irá por la reconquista del poder en Tucumán que aspira a retener su discípulo Juan Manzur. Según Alperovich, habría tenido conversaciones con Sergio Massa en idéntico sentido. El líder del Frente Renovador sigue planteando la idea de construir una alternativa que proponga terminar en el 2019 con la grieta que corporizan Macri y Cristina. El tiempo dirá cuál de los dos –Alperovich o Massa-- está diciendo la verdad.

El jefe renovador anticipó incluso, la semana pasada, que podría contar en aquel futuro espacio electoral con el aporte de Monzó. Es cierto que existe diálogo entre ambos. Pero al titular de la Cámara de Diputados se le desfiguró el rostro cuando se enteró de la novedad lanzada por el dirigente de Tigre. Se trató de un equívoco o de una picardía para atravesar el mal trago actual: a Massa se le fueron cinco diputados de su bloque.

Uno de los pioneros fue Solá. El ex gobernador realiza una curiosa peregrinación política entre un interbloque que compuso con Libres del Sur y el Movimiento Evita y la conducción formal del PJ que exhibe como primeras caras a José Luis Gioja y Daniel Scioli. Donde también están sentados Hugo Moyano y el cegetista Héctor Daer. Acusado por el líder camionero de ser colaboracionista del Gobierno.

Tanto el interbloque de Solá en Diputados como el que anunció Alperovich en el Senado apuntan a un par de objetivos similares. Arrimarse algo más a la hipotética construcción electoral de Cristina. Debilitar, al mismo tiempo, la alternativa que lanzaron los gobernadores Juan Schiaretti, de Córdoba, Juan Manuel Urtubey, de Salta, junto a Pichetto y Massa. Allí reniegan de la participación de Cristina. Unidad sí, pero sin ella.

Esa invocación continúa siendo imprecisa y confusa en el peronismo. Una propuesta aún indescifrable también para un importante núcleo de gobernadores pejotistas que navegan a dos aguas. Entre varios, Sergio Uñac, de San Juan; Gustavo Bordet, de Entre Ríos y Domingo Peppo, del Chaco.

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