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Sábado 26 de enero de 2019
Nacho y la broma del cumpleaños que pudo terminar en tragedia ("milagro" en Entre Ríos)
nacho

Es el primero de enero. La familia Gómez alquila una quinta en las afueras de Paraná para pasar los primeros días del año y para festejar los 28 años de Ignacio. Con la pirotecnia de fondo y la música fuerte, Ignacio sopla las velas de la torta y dos familiares lo toman de sus extremidades para tirarlo e inaugurar la pileta que está sobre una pequeña loma. Todos ríen y celebran la iniciativa, pero algo sale mal.

Antes de llegar a la pileta, uno de los que los lleva, trastabilla y cae son todo su peso sobre la nuca del cumpleañero provocando que la pera golpee sobre su pecho, una flexión extrema. Y ahí Ignacio siente el sonido de un petardo y se pregunta -todo esto en milésimas de segundos- qué es eso, mientras cae... "Era mi propio cuerpo el que estallaba", recuerda ahora a Clarín, en el living de su casa  y con cuello ortopédico.

"Empecé a sentir corriente y me doy cuenta de que no podía mover el cuerpo. En un momento me empieza a costar respirar y sentí que me moría. Era el shock y los nervios que no me dejaban respirar... luego llegó la ambulancia”.

Ignacio Gómez, al que todos le dicen Nacho, habla ahora con naturalidad lo que pintaba para drama. Sonríe. Habla. Camina.

Pero aquel día de su cumpleaños, Nacho le dice a su papá que no siente la piernas. A los siete minutos llega la ambulancia que traslada al joven al Hospital San Martín. “Yo jugaba al rugby cuando era chico y era muy común las lesiones en el equipo de foward cuando se doblaban los primera líneas y se cae el scrum. Podía suceder que se rompan la columna por doblar la cabeza... Allí comencé a pensar cualquier cosa”.

Al llegar los médicos le dan corticoides para desinflamar la zona afectada y poder realizar los estudios correspondientes.

"Papá, no siento las piernas": la desesperación del joven al que tiraron a una pileta en su festejo de cumpleaños

“Por la cabeza durante ese tiempo me pasó de todo. Tenía emociones fuertes, de miedo, ansiedad, de preguntarme qué me había pasado. Les pedía a los médicos que me dijeran la verdad”.

El primer estudio fue una placa en la zona de las vértebras cervicales. “Estás complicadísimo, pibe", le dijo médico. Luego fue una resonancia. “Me pidieron que me quedara quieto porque de lo contrario iba a salir mal el estudio y cuando terminó le pregunté al médico ¿y, cómo salió? Me dijo que mal, pero yo al principio creí que era porque me había movido... pero no. Los resultados eran malos".

Sin embargo, Nacho recuerda que ya podía mover los dedos del pie izquierdo. "Y el pie derecho lo podía balancear de un lado a otro, eso me daba tranquilidad, a pesar de que todos me decían que estaba muy complicado... Los únicos que me daban tranquilidad eran los enfermeros, que me sacaban conversación y me alentaban a que todo iba a estar bien. Eso fue clave  para la recuperación porque estaba muy ansioso”.

“Síndrome raquimedular incompleto severo con desplazamiento a nivel cervical cuatro cinco", diagnostican los médicos. Y operan.  Queda internado en terapia dos días.

Luego pasa a una sala común. Y los médicos hacen su visita de rutina. “Probaron sentarme y me senté. ¿Te animas a pararte?, me preguntan y me pude parar. A todo esto los médicos, contentos, siguieron con más. ¿Te animas a hacer un paso a caminar? Y le dije que sí. Y caminé. Los médicos se miraban sin poder entender. Me hicieron parar de puntas de pie y lo hice. Y con el correr de los días recuperé movilidad en casi todo el cuerpo. La semana pasada, cuando fui a control, quedaron impresionados por la evolución. Mi médico me dijo que para él, aparte de la medicina, había algo más porque no era para nada normal la recuperación”, cuenta, y se le iluminan los ojos.

En Paraná, hay quienes hablan del chico del milagro. De este joven que estudia marketing, coaching ontológico y trabaja en un vivero de Paraná.

“El tema de si fue un milagro o no queda en la forma de interpretar de cada uno. Lo único que sí hay que resaltar es que mucha gente se unió para enviar oraciones, buenas energías de cada credo, cada religión. Quedé sorprendido por el apoyo de la sociedad. También mi familia y amigos. Eso ha sido un motor”.

Casi todas las frases de Nacho -de profunda vocación católica-  terminan con un “gracias a Dios”.

“Muevo todo el cuerpo menos los brazos por encima de la altura de los hombros. Eso me está faltando. Después siento como un hormigueo en los brazos como una arenilla cuando toco las cosas y un poquito de dolor. Falta recuperar eso. Pero el panorama es buenísimo, el médico sigue sin creerlo. El kinesiólogo vino hace una semana, lo saludé, lo atendí yo y abrió los ojos porque creyó que me iba a ver en cama”, dice sonriendo desde su habitación.

“Ando bien, gracias a Dios. Muy bien. Mis días muy diferentes a lo que eran antes. Yo soy una persona muy inquieta, de andar de un lado para el otro. Luego del accidente no me moví de casa... así que me estoy adaptando a esta nueva realidad, pero tiene un lado bueno: comparto más con mi familia, aprendo a ser paciente, tengo tiempo para mí, para reflexionar. Recibí muchas visitas. Tengo que confesar que ando ansioso con la rehabilitación. Voy de a poquito recuperando la movilidad de los brazos. Dios quiera que pueda recuperar mi cuerpo el 100%”.

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