| Entre Ríos EN LOS MEDIOS NACIONALES |
Jueves 21 de marzo de 2019
“Ya no hay héroes”, la decepción de los vecinos del changarín que inventó el hallazgo de US$ 500 mil (el caso que ilusionó a Entre Ríos)
JoseSanchezChangarin

Nogoyá, a la hora de la siesta, es un remanso. Al menos eso es lo que muestra el barrio Lourdes a las tres de la tarde. En el 22 de la calle 9 de julio, donde se levanta una modesta vivienda con puerta de madera, palos y una media sombra negra, no atiende nadie. La única respuesta al llamado es el ladrido de un perro blanco y negro, pequeño, que no debe llevarse nada bien con los extraños. Su dueño, José Sánchez, se hizo famoso esta semana. Por eso las visitas, los móviles de prensa, los vecinos que murmuran por el movimiento.

Changarín, padre de dos hijas de 4 y 6 años, el hombre de 40 años contó sobre un hallazgo fantástico: 500 mil dólares olvidados por un empresario en la calle. Su relato se completaba con la devolución, el rechazo de una recompensa de un millón de pesos y el pedido de un trabajo formal que le permitiera mantener a la familia. La historia conmovió. Se hizo viral. Tuvo alcance nacional. Pero crujió a medida que corrían las horas. Un fiscal investigó y la desestimó. Todo era mentira. Y la ilusión le dio pie al desencanto.

Esta pequeña ciudad entrerriana de algo más de 20 mil habitantes está ahora cruzada por el relato del hombre que conmovió con un gesto honesto, desacostumbrado, y que ahora volvió a todos a la realidad. "Ya no hay héroes", opina Alicia, un anciana de 72 años que recorre la plaza principal de la localidad con una bolsa de mandados en la mano.

Algunos juzgan. Otros eligen entender la mentira de Sánchez, aunque no arriesgan una defensa encendida. "Yo pensé que era verdad lo que había hecho. Cuando dijeron que era él no lo podía creer. Y cuando me enteré que era mentira me parecía raro porque no tiene pinta de hacer algo malo", dice una joven de 25 años que lo conoce del barrio y que prefiere no dar su nombre. "A.S.", dice entre risas para ocultar su verdadera identidad y no quedar mal con el vecino que alcanzó una impensada notoriedad.

"¡Más vale que es una desilusión!", reconoce Oscar, un trabajador con bigotes y gesto duro. El playero de una estación de servicio dirá que es "un charlatán" y José, un ex portero de 76 años, asegura que "de antemano" sabía que la historia no era real. "Si yo encuentro un millón de pesos no lo devuelvo", remata entre risas para desestimar la posibilidad de semejante gesto altruista.

Sánchez parece un chico. El pelo corto, prolijo. La mirada de alguien que, sabe, está en falta. Habla con Clarín en una vivienda que no es la suya. Reconoce que hizo "un papelón". Está junto a Paola Lescano (33), su esposa. Se refugiará allí intentando evitar la marea de periodistas que lo buscan. Todavía no salieron a la calle.

Cuenta que a la mañana se "quebró", que lloró y que fue al despacho del fiscal Federico Uriburu a decirle la verdad. "Hasta acá llegué. No pienso mentir nunca más. Fue la desesperación. Entré en shock porque quiero que mi familia esté mejor y buscaba que me escuchen para conseguir un trabajo digno. Sólo eso. No pensé que esto se iba a convertir en una noticia mundial", explica. Todo empezó el sábado y terminó el martes. Él urdió el plan solo.

Su esposa está dolida. Le molesta porque ahora, advierte, se ríen de ellos, los juzgan, les faltan el respeto. Tiene temor de que en la escuela no traten bien a sus hijas. Está enojada con su marido, pero asegura que es un buen padre, que es un hombre desesperado que no supo qué hacer. Pero está molesta. Se lo dice y se le nota. Igual valora que esté arrepentido. Él insiste en pedirle perdón. A ella y a sus pequeñas. "No lastimé a nadie. Sólo a ellas. No buscaba fama ni estrellato", resume. El pequeño living tiene dos sillones y está rodeado por fotos de chicos pequeños. Es modesto. Y hay tensión.

Pero no logra establecerse y cuenta que la situación económica ya es apremiante. En la panadería donde Sánchez hace changas eligieron entender su situación. Lo cuestionaron por no reclamar ayuda antes de recurrir a un engaño que fue noticia nacional. Lo esperan para seguir haciendo algunos trabajos. Sánchez desarrolló labores ocasionales en una sala de juegos, en el municipio y en una empresa láctea. 

El fiscal le explicó que no tendría sanciones judiciales porque no había delito para juzgar en su conducta. "Volá como un pajarito. Sos libre", llegó a decirle Uriburu después de que le confesara la verdad. En la calle el debate quedó abierto. Walter Abrahim tiene 74 años. Es uruguayo, pero hace 18 que vive en Nogoyá. "A mí la historia me parecía rara. No tenía un nombre (del empresario), no había maletín, ninguna prueba. Raro. No me desilusionó porque no lo conozco al pibe", explica con la sabiduría que dan los años.

En el 22 de la calle 9 de julio el perro seguirá ladrando cada vez que alguien se aproxime a la puerta. Otro, retacón y color café, está recostado sobre la vereda de la casa vecina. Parece ajeno al revuelo. La siesta es sagrada. Un rato más tarde Nogoyá empezará a moverse. El revuelo por la noticia, creen los vecinos, se apagará en algunos días. Muchos, a diferencia de Alicia, no se dejarán vencer por el desencanto: creen que algún héroe anónimo aparecerá para conmoverlos. Sólo es cuestión de saber esperarlo.

Claudia -"Coty, para los amigos"- dice que ella empezó a descreer del relato cuando supo que el hombre, desesperado y padre de dos hijas, no aceptó recompensa. "Yo si no es mío obvio que lo devuelvo, pero en esa situación aceptaría recompensa", asegura. "Cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía", concluye.

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