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Sábado 06 de abril de 2019
El cura “payador”, condenado a 17 años de prisión (en Entre Ríos)
Moya

La Justicia condenó a 17 años de prisión a Marcelino Moya, el cura “payador” que tenía a su cargo una parroquia de la ciudad entrerriana de Villaguay, por abuso sexual y promoción a la corrupción de menores agravada. Moya, contra quien pesaron las denuncias de dos ex monaguillos que concurrían a esa parroquia, se encuentra libertad pero no asistió a la lectura del adelanto de la sentencia, cuyos fundamentos se conocerán el 15 de abril a la mañana. La condena es algunos años menor a la que habían coincidido en solicitar la querella y la fiscalía, en su requerimiento de la pena máxima, de 22 años de cárcel, más accesoria de prisión preventiva hasta que quedara en firme la resolución.

En el debate oral ante el Tribunal de Juicio y Apelaciones de Concepción del Uruguay, integrado por María Evangelina Bruzzo, Fabián López Moras y Melisa Ríos, el cura ahora condenado se había declarado “inocente”

Moya fue denunciado por abusos que cometió sobre dos monaguillos en la parroquia Santa Rosa de Lima, de Villaguay, entre 1992 y 1997, cuando sus víctimas tenían entre 12 y 15 años. A fines de junio de 2015, esas mismas personas, ya mayores de edad y cercanas a los 40 años, se animaron a llevar a la justicia lo sucedido. Pablo Huck, uno de los denunciantes, explicó entonces a medios locales lo difícil que le había resultado concretar la denuncia. “A los ojos de hoy, me es difícil entender las cosas. En ese momento, yo era un pibe, y a mí me hablaban de dogmas y de pecado, y el referente espiritual que yo tenía, que tenía mi familia, me practicaba sexo oral, me masturbaba. Era muy fuerte”, señaló.

Huck dijo a periodistas dentro del Tribunal que fue “un mensaje de la Justicia de que si estos delitos se denuncian, habrá condena. Se demostró que Moya es culpable y que todo Villaguay fue víctima de él”. Durante el juicio, Huck, de 40 años, expresó que fue abusado al menos dos veces por semana y durante casi dos años en la habitación de Moya, en el primer piso de la parroquia de Villaguay, y cuando lo acompañaba en viajes para realizar tareas religiosas.

“Algunos pudimos hacer la denuncia y conseguir condena, espero que con este mensaje más víctimas puedan salir de la oscuridad y el silencio para sumarse a poner en voz todo esto”, agregó.

Huck sostuvo que el fallo “fue contundente porque tres personas con la preparación y capacidad de un juez vieron que Moya es culpable”. Moya solo presenció la primera de las dos audiencias en que declararon las víctimas. “Hubiese estado bueno que diera la cara para dar sustento a su declaración, pero como no es inocente no le dio para estar acá”, agregó Huck, quien dijo que hora se tomará “una suerte de vacaciones en algún lado del espíritu porque esto fue muy pesado y agitado”.

El juicio “no fue un detalle, es un mensaje de la Justicia de que si estos delitos se denuncian, habrá condena”, completó. Los fiscales y la querella habían solicitado 22 años de cárcel efectiva y prisión preventiva por peligro de fuga pero el Tribunal la denegó. 

Ernesto Frutos, de 38 años, fue el otro denunciante contra Moya, a quien el sacerdote intentó abusar en su habitación pero el hombre, por entonces adolescente, logró empujarlo, escapar y nunca más volvió a una Iglesia. “Es sanador que haya terminado esto, pero el final feliz hubiese sido que no hubiera pasado nada”, consideró sobre la sentencia e invitó “a mucha gente que pasó por lo mismo y está callada, que no sabe qué hacer”, a realizar la denuncia porque, remarcó, “es la única manera de superar este tipo de cosas”.

“Yo tuve que sacarlo y llevarlo a la Justicia, uno no gana nada con el silencio y tiene que denunciar porque, si no, se lo va a comer por dentro”, añadió en diálogo con los medios. Sobre la ausencia de Moya durante la lectura de la sentencia, Frutos evaluó que “su conciencia debe estar pesando toneladas por todo lo que hizo” y pidió “que la conciencia lo carcoma como corresponde”.

Moya fue denunciado a finales de junio de 2015 por las dos víctimas, que contaron los abusos sexuales que había cometido el sacerdote cuando ellos tenían entre 12 y 15 años y eran monaguillos. 

El religioso se desempeñó en esos años en la parroquia Santa Rosa de Lima de Villaguay, pero también fue profesor en el colegio La Inmaculada, capellán en una unidad del Ejército y conducía un programa de radio.

La Iglesia apartó a Moya de su función y abrió una investigación eclesiástica a cargo del sacerdote abogado Silvio Fariña Vaccarezza, el mismo que investigó a Justo José Ilarraz, condenado a 25 años de prisión por abusar de menores.

Este es el tercer juicio por abusos a un integrante de la Iglesia Católica en Entre Ríos, luego de que Ilarraz fuese condenado en mayo de 2018, al igual que el cura colombiano Juan Diego Escobar Gaviria, en septiembre de 2017.

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