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Lunes 02 de septiembre de 2019
Sangre y pelos: las huellas de la muerte de Urquiza en el Palacio San José (en Entre Ríos)
PalacioSanJose

El día que murió Urquiza la brisa del este llevó el aroma de los rosales de doña Dolores, su esposa, hacia las habitaciones. Ella misma se ufanaba de su logro, la alquimia de perfumar la vida del general; sólo que esta vez, el 11 de abril de 1870, resultó un oscuro presagio. El preciado viento de las galerías vernáculas, frescas en verano y templadas en invierno, gracias a su orientación, despertó a los diablos: el olor de las rosas, el color de la muerte. El caudillo se encontraba descansando tranquilo en su mecedora: ni el chillido de los pájaros ni el ladrido de los perros lograron alertarlo. Había pasado 20 años de vida omnipotente en ese lugar en compañía de su esposa e hijos; él creía que no había nacido la persona capaz de darle muerte.

"Las puertas estaban abiertas y todo fue muy bien planeado. Si no, la turba asesina jamás hubiera logrado su cometido. Además, venían de parte de su sobrino, Ricardo López Jordán: por eso pudieron pasar", cuenta Guillermo Minatta, arquitecto y director del único Museo Nacional de la Mesopotamia, el Palacio San José. A 30 km de Concepción del Uruguay, bello y bien conservado, resulta ideal para recrear la historia del Supremo Entrerriano y la época sangrienta de la Confederación Argentina.

El Palacio conserva intacta, como testigo mudo del hecho criminal, la habitación donde el general encontró su muerte y fue velado. Su viuda, Dolores Costa, dispuso que no se limpiara la sangre ni se disimularan los disparos. Trasladó la cama matrimonial al cuarto contiguo y convirtió la sala de la tragedia en oratorio y santuario. El cuerpo hoy descansa en la catedral de Concepción del Uruguay, donde estuvo oculto durante 80 años para evitar su profanación.

El día fatal

Una partida de 50 hombres ingresó por la parte posterior del edificio bajo las órdenes del coronel Simón Luengo a atacar la residencia vociferando: "abajo el tirano, viva el General López Jordán. Al grito de "vienen a matarme", Urquiza llegó a correr a su habitación y buscar el arma de su mesa de luz. Intentó escapar a los tiros. En ese momento, una bala lo alcanzó en la sien, cayó, y lo remataron salvajemente con siete puñaladas. Tenía 69 años", dice Minatta.

En el museo, varios objetos cuentan la hora de su muerte: el mencionado sillón de la galería. Y la sangre, como un tatuaje fúnebre; las manchas viejas protegidas con un vidrio sobre la puerta antigua, huellas que el tiempo y su viuda no quisieron borrar.

En una vitrina se exhibe la prótesis de su dentadura -agujereada por la bala-, la fotografía post mortem (un hábito de la época), un mechón de su pelo, la mascarilla funeraria que se le colocó sobre el rostro con la marca de la herida de bala que recibió del lado izquierdo, y recortes de los diarios de la época.

Sobre una pared, un retablo de mármol mandado a colocar por Dolores responsabiliza del hecho a su sobrino, el general Ricardo López Jordán, aunque sobre esto los historiadores tienen diversas opiniones.

La cartelería -micro y macro leyendas- muestra testimonios de diversos testigos acerca de la muerte de Urquiza: el profesor de música que se hallaba en el lugar, un reportaje del diario donde una de las hijas le cuenta a su nieta cómo fueron los hechos; un alumno del Colegio Nacional de Concepción, describiendo los funerales, entre otros.

Al modo de las villas toscanas

Urquiza comenzó a construir su palacio, hoy monumento histórico nacional, en 1848. Para hacerlo contrató distintos arquitectos italianos (Jacinto Dellepiane, primero, y Pedro Fossati, después), y lo hizo en distintas etapas, según las necesidades.

"Siendo Gobernador de la provincia, decidió comprar los materiales para la construcción de la casa y también traer otros de una estancia que había heredado de su padre", cuenta Minatta.

La casona está conformada por 38 habitaciones en la residencia principal de estilo italiano, al modo de las villas toscanas, dispuestas en galería frente a dos patios llamados de Honor y del Parral. A estos se accede por el jardín francés, con pajareras de hierro forjado del artista herrero Tomás Benvenutto. Además, cuenta con siete dependencias de servicio en los jardines posteriores -en total son 40 hectáreas de parque en un total de 120-, una capilla decorada por Juan Manuel Blanes (el artista uruguayo que también pintó todas sus batallas, cuadros expuestos en uno de los cuartos), y un lago artificial: el caudillo entrerriano no se anduvo con chiquitas. Sorprenden la cocina con un horno de avanzada para la época al igual que el agua corriente, una sala de espejos estilo Versailles y una panadería que abastecía a toda la región, entre muchas otras cosas.

Urquiza tuvo 24 hijos: 12 ilegítimos legitimados y luego 12 más con su esposa Dolores Costa, que llegó a la casa en 1854. Además, coleccionaba árboles y animales, las huertas abastecían a todo el este de la provincia así como la panadería. "Fue en enorme centro de producción donde llegaron a trabajar hasta 27 personas", concluye Minatta.

Palacio San José

RP 39, Km 128. T: (03442) 43-2620. Abre de lunes a viernes de 8 a 19, visitas guiadas a las 11 y 15; sábados, domingos y feriados de 9 a 18, visitas guiadasa las 10, 11 y 12, y 14, 15 y 16. Entrada gratuita.

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