Primera reflexión: pese a las declamaciones y eslogans históricos, queda claro una vez más que cualquier cambio en la mostrenca estructura impositiva argentina es casi imposible. Excepto que quienes pierdan sean los contribuyentes.
Segunda conclusión: la Corte ingresó de cabeza a un tiempo en el que volverá a convertirse en un actor político central. Esas coyunturas que tanto añora y en las que tan cómodo se sentía el ex presidente del Tribunal, Ricardo Lorenzetti. ¿Por qué? Porque la crisis requiere de respuestas rápidas y extraordinarias, que en muchos -demasiados- casos chocan de frente con la ley. Las intenta Macri, lo hará Alberto Fernández si lo sucede.
Esto no carga a los jueces de la Corte con sospechas de manipulaciones y muñequeos no del todo inocentes. Tampoco los libra de ellas. El fallo de este martes, inoportunamente firmado por la "mayoría peronista" de Lorenzetti, Horacio Rosatti y Juan Carlos Maqueda (Carlos Rosenkrantz votó en contra y Elena Highton no lo hizo), responde a una acción de amparo presentada directamente ante el máximo tribunal, como ordena la Constitución en este tipo de conflictos.
Es decir que los cortesanos no recogieron un viejo expediente dormido para resolverlo en contra del gobierno en la víspera de una elección general, como sí hicieron en 2015, cuando descargaron un multimillonario bombazo fiscal sobre el electo presidente Macri dos semanas antes de que asumiera el poder, aceptando el reclamo de Santa Fe, San Luis y Córdoba para que les devuelvan el 15% de la masa coparticipable que el kirchnerismo les comía inconstitucionalmente a esas y a todas las provincias desde 2006.
Pero el de este lunes fue el primer round de otros muchos que vendrán. Ya está en las gateras de la Corte, por ejemplo, el reclamo de tres provincias petroleras contra el decreto de Macri que congeló los combustibles. Y hay más medidas bajo la lupa, aunque aún deben trepar el espinel de los tribunales inferiores.
Quizás sea una muestra de lo que vendrá: unilaterales o consensuadas, varias de las políticas que el próximo gobierno podría ensayar para afrontar la tragedia social y el páramo productivo podrían "lesionar derechos", como les gusta decir a los letrados cuando tienen ganas de encontrarle la vuelta a un desafío difícil. Y entonces las discusiones saldrán de los estrados y continuarán debajo de la mesa.
Como fuere, el protagonismo de la Corte será fatalmente creciente. Eso reavivará los rescoldos de una interna en el tribunal que sólo logró moderarse cuando las llamas del escándalo obligaron a los protagonistas a abrir las mangueras de incendio. Pero no sólo eso: obligados a jugar en el escenario económico con fallos que serán controvertidos, a los jueces les quedará poco paño político para acompañar cosas raras o hacer la vista gorda en las causas por corrupción, por ejemplo.
Todo no se puede.