Uno de los artistas más fascinantes de la actualidad musical
en el país es sin duda el pianista y compositor Carlos "Negro"
Aguirre, músico que desde las raíces del folclore viene desarrollado una tarea
innovadora y de una profunda sensibilidad. En sus diferentes trabajos, este
artista de 54 años, nacido en Entre Ríos, deja en evidencia tanto desde sus
composiciones como desde los clásicos de la música rioplatense una mirada
moderna y que podríamos definir en términos de vanguardia. Intérprete virtuoso
con un elocuente dominio del lenguaje, se presentará sábado y domingo, en Café
Vinilo, con su nuevo proyecto, Almalegría, un sexteto que nació como un
laboratorio musical y que logró construir una propuesta basada en una original
lectura de nuestro acervo musical que rescata sus elementos más afro.
-¿Cuál era la idea madre en la gestación de Almalegría?
-Este proyecto vino a dar respuesta a una necesidad que
traía desde hace un buen tiempo, la de conformar un grupo de estudio, una
suerte de laboratorio donde poner la lupa a la gestación de texturas, tímbricas
y rítmicas que no necesariamente tuvieran un anclaje en músicas folclóricas pero
que dialoguen lo más fluidamente con ellas. Dicho de otra manera, por un lado,
este grupo persigue una lectura de nuestro acervo musical intentando rescatar
el aspecto más afro de sus orígenes, y por otro, busca gestar rítmicas que
surjan como productos de laboratorio y que luego busquen un cauce estético para
desarrollarse.
-¿En ese camino de exploración cuáles fueron los hallazgos?
¿Podrías destacar alguno de ellos por su particularidad?
-No sé si llamarle hallazgo pero podría decirte que una de las cosas que más contentos nos tiene es el hecho de cambiar el concepto de la palabra “ensayo” que generalmente está acotada a la interpretación o concepción de arreglos en relación a un tema musical. En nuestro caso pasamos muchos encuentros simplemente experimentando con objetos cuya sonoridad nos atrae por alguna razón, digo objetos ya que se trata de utensillos de cocina, resortes, semillas, mangueras corrugadas, de todo, cuyo propósito de fabricación no ha sido claramente el de transformarse en un instrumento musical y luego pasamos por otras etapas en las que buscamos concebir texturas con esos instrumentos no convencionales y recién entonces me doy a la tarea de componer en base a todo eso que hemos experimentado previamente.
-¿La búsqueda en este camino fue a partir de composiciones originales o tomaron músicas clásicas del repertorio folclórico?
-Son composiciones propias que van surgiendo de todos esos
procesos que te contaba. También versionamos alguna canción folclórica
tradicional pero a través del tamiz de este lenguaje del cual poco podemos
hablar aún porque está en desarrollo pero paulatinamente sentimos que va
tomando una entidad a través de ciertos ingredientes que lo van constituyendo
como tal.
-En la presentación del grupo se habla de la posibilidad de
danzar. Quisiera alguna reflexión tuya acerca del folclore como vehículo para
la danza y si esta posibilidad ha perdido vigencia en los últimos tiempos.
-Es muy habitual en nuestros ensayos la presencia de bailarines que se acercan simplemente por el disfrute de bailar una música que no sale de una compu o un reproductor de CD. Es altamente inspirador para nosotros esa experiencia de ver de ver como lo que suena se transforma en movimiento. De hecho muchas de nuestras composiciones han mudado a partir de ver bailarines apropiándose con un gesto de una melodía, un ritmo o una textura. Y nos hemos visto en la necesidad de acompañar esa suerte de coreografía espontánea dando como resultado algo que no estaba previsto en la pieza musical.
“La danza es un impulso del cuerpo y el espíritu, sólo que
no nos damos el permiso de sacarla afuera. Supongo que ahí intervienen muchas
razones. En nuestra cultura, a diferencia del mundo afro, el cuerpo está vedado
de alguna manera, es un símbolo de la libertad (que también está condicionada).
Pero por suerte es una necesidad tan fuerte que termina expresándose como sea y
creo que, más allá de situaciones particulares de cada región, las danzas
populares siempre estarán en vigencia en la medida en que se cultiven músicas que
tengan una “chispa” rítmica que nos haga mover los pies sin darnos cuenta”,
señaló el artista.
Almalegría está integrado por Luciana Insfrán en voz, acordeón, teclado y percusión; Fabricio Amaya en guitarra eléctrica y voz; Belén Iriyoyen en voz y percusión; Jo Ghiglione en bajo Fretless y voz; Gonzalo Díaz en batería y percusión y Carlos Aguirre en voz, piano, guitarra, acordeón y composición.
Almalegría se presentará el sábado y domingo, a las 21, en Vinilo Café, Gorriti 3780. Entrada $500.