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Martes 12 de mayo de 2020
Justo José de Urquiza, padre de la Constitución (su historia en Entre Ríos)
Urquiza

El mes de mayo tiene una particularidad para los argentinos. En ese mes del año 1853, ocurrieron dos hechos históricos para nuestra Nación. Se sancionó la Constitución Nacional y también se promulgo la misma. Es este mes tan especial, quisiera rendir homenaje a uno de los padres de esa Constitución, Justo José de Urquiza.

El padre de Justo José de Urquiza era hijo de un inmigrante vasco, afincado en Entre Ríos, y comandante militar de casi medio territorio, cuando acaecieron los sucesos de mayo de 1810.

Su hijo, nació en una gran estancia al norte de Concepción del Uruguay, Entre Ríos. Comenzó su vida pública en 1826, como diputado en la Legislatura Provincial. La llegó a presidir años después, iniciando así una trayectoria política de casi 50 años, ya que murió en 1870, siendo Gobernador de su provincia después de haber sido Presidente de la Confederación Argentina.

Supo preparar un gran ejército, disciplinado y poderoso.

Es muy valioso lo que realizó en Entre Ríos en ese lapso de diez años, desde 1842 a 1852, siendo Gobernador.

Creó escuelas, prácticamente en todos los pueblos e inclusive en la campaña.

Fundó el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay de gran trascendencia y de enorme influencia en el ámbito nacional e internacional. Hubo, desde el comienzo del funcionamiento de ese histórico Colegio Nacional un anhelo. Que a sus aulas acudieran jóvenes de todos puntos del país. Lo que estaba ligado con el gran propósito de organización. Es decir que Urquiza preparó a esos jóvenes para grandes realizaciones, ilustrando a la juventud para que interpretasen en su momento, la nueva situación.

Ese momento llegó en 1851 cuando se pronunció contra Rosas, desde el Palacio de San José. Salió, en la madrugada del primero de mayo de 1851 -tenía casi 50 años- al frente de sus hombres, para proclamar su propósito de constituir legalmente el país, hecho que plasmó en la ciudad de Concepción del Uruguay.

En ese “Pronunciamiento” que así se llamó, propuso, siendo federal, lo que realza su proclama que se reemplazase la despectiva frase “Mueran los salvajes unitarios”, por “Mueran los enemigos de la Organización Nacional”, mucho más humana la expresión.

Es que Urquiza sentía que transar en un principio era transar en todos los principios.

El 3 de febrero de 1852, la Batalla de Caseros, tuvo la valiosa consecuencia de terminar las cruentas rencillas entre argentinos y unirlos ya al calor de una Constitución.

El triunfo en esa batalla le permitió realizar el programa previsto.

El 1 de mayo de ese año 1853, salió a la luz, la Constitución Nacional que hoy nos rige, con algunas modificaciones posteriores.

La gran obra estaba cumplida.

A cuarenta y tres años de la Revolución de Mayo, ya comenzaba la práctica de las instituciones.

¡Un enorme avance!

Surgió entonces la primera presidencia constitucional del país.

A Rivadavia se le había otorgado 27 años antes el título de Presidente, pero de las Provincias Unidas del Río de la Plata, no de la República.

Urquiza fue Presidente de la Confederación.

Sabido es, que Buenos Aires se separó del resto de las provincias argentinas, por lo que el país debió iniciar este nuevo período sin contar con el valioso concurso de su territorio más rico. Entonces, se estableció la capital en Paraná.

Cabe destacar la libertad de acción del Poder Legislativo, que trabajó entonces con total independencia y sin presiones. Es que quien venía luchando desde hacía más de 20 años por imponer la ley, quiso ser el primero en respetarla; después sería el primero, también, en apuntalarla.

Durante su presidencia, se destacó su tarea por el transporte y por la inmigración. También por la exploración de ríos. Surgieron las primeras colonias agrícolas con inmigrantes. Urquiza, cumplió todo su mandato presidencial y dejó el país unificado. Y sobre todo el aporte de hombres de ciencias extranjeros que se incorporaron al suelo argentino.

Este patriota cumplió su mandato y dejó el país unificado.

Finalmente, cayó asesinado un 11 de abril de 1870 –tenía 68 años-. Fue un crimen político.

Cincuenta hombres invadieron el Palacio de la gobernación de Entre Ríos, por su parte posterior. Los grandes portones estaban abiertos y nadie atinó a resistir.

El único que lo intentó fue el propio Urquiza, que tomó un arma e hirió a algunos de sus atacantes, pero un balazo certero dio en su mejilla. Luego, cinco puñaladas rubricaron el ensañamiento.

La causa del asesinato habría sido su política de unidad nacional. La que siempre siguió y que algunos no captaron en ese momento. También los intereses y negocios políticos que perjudicó con su limpia política.

Urquiza había nacido en octubre de 1801 en Talar del Arroyo, cerca de Concepción del Uruguay.

Dos meses antes de ser asesinado, Sarmiento, ya Presidente de la Nación, lo visitó en el Palacio de Gobierno.

Un abrazo interminable rubricó -por encima de las diferencias- la identidad de ideales.

Y un aforismo final para este luchador, con referencia al reencuentro espiritual con Sarmiento, que considero en justicia le corresponde

“Los idealistas nunca se sienten enemigos, solo se consideran, adversarios”

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