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Jueves 20 de agosto de 2020
“Me convirtieron en un animal”, el lamento del jubilado que mató a un ladrón en Quilmes (es entrerriano)
JorgeRios

Jorge Ríos (70) rompe en llanto cinco veces en sesenta minutos. Dice estar "desterrado" de su barrio. Ya no volverá a vivir en esa casa de la calle Ayolas al 2700, en Quilmes Oeste, donde en la madrugada del 17 de julio fue víctima de tres robos y terminó matando a balazos a uno de los cinco ladrones de la villa La Vera, ubicada a tres cuadras. Con sus hijos Gabriela (40), Cecilia (38) y Federico (35), a los que define "como de oro", ya acordó ponerla en venta.

El herrero jubilado, abuelo de cinco nietos, recibe a Clarín de piyama, con medias y zapatos negros. Todavía asoman en su cuerpo los rastros externos de la pelea con Franco "Piolo" Moreyra (26) y de las esposas que le puso la Policía sobre las heridas. Porque los internos también afloran: no sólo por su deficiente salud (sufre de EPOC y le funciona un solo riñón, entre otras cosas), sino también el aspecto psicológico.

Esta semana tuvo un pico de hipertensión (22/19). "Pensé que me moría", dice. Le hicieron una tomografía computada, que reveló un desgarro en la zona intercostal. Por eso lleva un pañuelo (negro, con calaveras blancas) en el brazo derecho, el cual deberá mantener inmovilizado durante al menos un mes. "No puedo levantar ni un fósforo", cuenta.

Por una cuestión de seguridad, sus abogados Marino Cid Aparicio y Fernando Soto le recomendaron mantener bajo reserva el lugar donde pasa sus días. En el hogar de Ayolas, adonde la familia vivió desde 1978, aún permanece una custodia de la Guardia de Infantería de la Policía Bonaerense.

Nacido el 12 de enero de 1950 en Gilbert, un pequeño pueblo de Entre Ríos, Ríos se crió en Concepción del Uruguay y a los 20 años se vino para el sur del Gran Buenos Aires. Su esposa, María Cristina Nievas, de Salta, era licenciada en Enfermería y murió en 2013, víctima de un cáncer de hígado. Jorge sufrió un infarto y se recuperó.

Las cenizas de su mujer lo acompañan en una urna, sobre una repisa, en su pequeño nuevo hogar. Comenta que en el forcejeo con Moreyra, en la cocina de su casa, fue uno de los pocos objetos que no voló al piso. Entonces vuelve a llorar.

-¿Pudo dormir de corrido después de lo que pasó?

-No, nunca.

-¿Le vuelven las imágenes de lo que pasó?

-Es inevitable.

-¿No se arrepiente de no haber llamado a la Policía tras el primer robo?

-La verdad que sí. En parte me arrepiento, pero tenía tal susto encima que lo primero que hice fue llamar a mi hijo, porque uno lo que quiere tener es un familiar al lado en ese momento.

-¿Qué pasó en esa esquina, cuando el ladrón estaba tirado en la vereda? ¿Le disparó?

-Cuando llego a la esquina me dice: 'Te la vamos a poner, pelado hijo de mil puta'. Yo estaba loco, en otro mundo, golpeado, tenía una remera y me chorreaba sangre por todo el brazo. Me calenté mal y no me acuerdo bien qué hice.

¿Desde cuándo tenía el arma?

-Yo había comprado este arma justamente por los problemas de la inseguridad, hacía un año y monedas.

-¿Tenía miedo por la inseguridad?

-Sí, es moneda corriente ahí. Vivís a tres cuadras de una villa. Sin hablar mal porque ahí vive gente que trabaja también, pero si vivís a tres cuadras de una villa te van a pasar cosas.

-¿Considera que estuvo bien su reacción?

-No sé si la reacción fue buena o mala, pero a mí me salvó. ¿Qué pasaba si yo no tenía un arma? El ladrón no se va y estoy hombre muerto.

-Su caso dividió a la opinión pública: muchos lo defendieron, pero también lo criticaron. Incluso el fiscal Ariel Rivas lo acusa de homicidio.

-Sí, también hubo detractores, por supuesto.

-¿Qué les diría para convencerlos de que no actuó mal?

-Una cosa muy sencilla: que se pongan en mi lugar. Eso solo. Y a ver qué es lo que sucede cuando uno siente que su vida corre peligro.

-¿Le duele no poder estar viviendo más en su casa?

-Sí, esto es un destierro.

-¿Le gustaría volver allí o está de acuerdo con venderla?

-No solamente por mí, por ellos. Esa casa la vendemos y a otra cosa. No podés volver, menos cerca de un lugar así.

-¿Hubo nuevas amenazas de los allegados a Moreyra?

-Sí, hubo amenazas, pero mis hijos las manejaron bien.

-¿Volvió a la casa?

-El otro día Federico me llevó. Me quedé afuera conversando con la Policía y pasaron dos en una moto. Cuando llegaron a la esquina, el de atrás se dio vuelta e hizo el ademán de dispararme. Si eso no es una amenaza...

-¿Recibió algún llamado o visita de alguien que lo sorprendió?

-Sí, ha venido gente a casa. Acá vino el doctor (Sergio) Berni (se vuelve a emocionar). Un pingazo. De la forma que me habló ese hombre, me levantó, estaba muy caído en ese momento. Me levantó el espíritu. Será porque él también tiene sus enfrentamientos políticos, pero soy mayor que él y creo que me habló como un padre.

-¿Cómo se sigue a los 70 años tras un hecho así?

-Hay que seguir porque la vida sigue. No nos tenemos que quedar. Los años vienen, y encima con estos regalitos que a uno le pasan. Yo soy un ser humano, me siento humano. A mí estos tipos me convirtieron en una noche en un animal, porque yo también me comporté como ellos.

- ¿Le duele seguir imputado por homicidio?

-No, ya está. Esto de llorar sobre leche derramada, no. Pero hay gente que siendo profesionales sueltan presos de las cárceles, andan dando vueltas. En el hecho de mi casa había dos de los 4.000 que soltaron por el Covid. Y son profesionales. ¿Qué tenemos que hacer? ¿Más cárceles? Y hagan más cárceles, viejo.

-Si tuviera frente a frente a la familia del ladrón que murió, ¿qué le diría?

-Nada. Tengo un concepto de lo que es la gente pobre, y que es buena gente. Yo a veces no tenía para comer cuando estaba en Entre Ríos y sé cómo me comportaba. Agarraba la cañita y me iba a pescar. No agarraba un cuchillo o un arma y salía a robar.

-¿Le envió condolencias a la familia del asaltante?

-Cuando me enteré que había fallecido este muchacho no sabía cómo enviarle las condolencias a su familia, porque uno no nace para matar, ni para que lo maten de esa manera. Por eso yo me sentí muy mal. Nunca me voy a vanagloriar de lo que pasó, pero si yo no tenía un arma, hoy estoy muerto.

-¿Qué cambió en su vida?

-Esto me sacó una parte de las cosas que yo hacía, una parte importante de mi vida. Cosas que no voy a poder hacer más, como caminar tranquilo, libremente. Si le queremos buscar palabras a todo esto, yo estoy desterrado del barrio. Un auto exilio tuve que hacer. ¿Y mi familia? ¿Esta gente tendrá represalias? ¿Seguirán en la misma tónica? Hay que luchar para no terminar de arruinarnos, nada más.

-¿No va a salir más?

-No me puedo exponer. No puedo exponer a mi familia. Eso es lo que yo más siento, me duele terriblemente, porque sé que son cosas que no las voy a poder volver a hacer. No quiero decir la mala palabra, pero me arruinaron la vida.

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