Sin rencores. Sólo negocios. Esta es la máxima con que se mueve el fondo BlackRock en el mundo, y que será política de acción en el futuro inmediato en la Argentina. Lejos de considerar que su aventura en las inversiones locales terminó, varios operadores del mercado y de la economía real argentina están sorprendidos por las actividades del fondo de inversión de Larry Fink de las últimas jornadas. BlackRock mandó a todos sus empleados de elite locales y a sus aliados financieros a hacer un arqueo general de sus posesiones en el país; pero no para avanzar en liquidaciones y ventas, sino para aventurar futuras ampliaciones en su apuesta por la Argentina.
Además de afirmar que mantendrá en sus carteras todaa deuda reestructurada en el futuro, ya que considera, como muchos de los fondos que aceptan la oferta de Martín Guzmán, que no será negocio desprenderse rápidamente del mix de bonos que el Palacio de Hacienda habilitará luego del 4 de septiembre (día final del canje), sino que es mejor opción esperar a que en el mediano plazo el país enderece la nave económica, acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) incluido. Y que, en definitiva, la tasa de interés promedio del 3% a la que se comprometió Guzmán cruzado con una quita de capital mínima (menos del 3%), no es nada despreciable en el contexto económico y financiero mundial actual. Y que, al acceder al cupón 2019 de “anabólico”, la combinación financiera a futuro es atractiva. Considera que el país no debería entrar en crisis al menos hasta 2025, y que con algunas correcciones importantes puede haber una nueva época de crecimiento y recuperación. O, algo más acotado, al menos 2021 será un año mejor que 2020. Y que esto se verá en el mercado de capitales.
Esta visión algo optimista del panorama futuro de la Argentina que mantienen BlackRock y otros fondo no es gratis. Son muchos los que públicamente serán militantes máximos y constantes de un acuerdo entre el Gobierno de Alberto Fernández y el Fondo Monetario. Y, en lo posible, con un plan diseñado por el organismo y no por Guzmán.
BlackRock, con apuestas más o menos públicas, es un aliado
necesario y casi imprescindible para el país. Como sucede en casi todos los
países del globo (incluyendo tanto estados hiperdesarrollados como países como
Irak o Afganistán) BlackRock es un socio de la Argentina tanto en la economía
financiera como en la real. Además de sus u$s3.000 millones en deuda en vías de
reestructuración (tanto emitida bajo legislación local como extranjera, el
fondo más grande del mundo tiene una presencia fuerte en la tenencia de
acciones de empresas argentinas tanto con cotizaciones en la Bolsa de Comercio
local como en las ADR que cotizan en Nueva York. Es accionista de
multinacionales de fuerte presencia local como Coca Cola, Bayer, Apple,
Microsoft, Telefónica o Procter & Gamble (entre muchas otras) y mantienen
participación local en varias de las empresas más representativas como Mercado
Libre, Tenaris, Grupo Galicia, Banco Macro, Telecom, Pampa Energía, TGN, Arcos
Dorados y Adecoagro. Donde más representativa es su apuesta local, mantenida en
los peores momentos de la crisis con el Gobierno en medio de la negociación de
la deuda, es como el segundo mayor accionista privado (luego del fondo
Wellington) en la gran apuesta empresarial del Estado argentino en general y el
kirchnerismo en particular: YPF. BlackRock pose el 5,67% del paquete, con 9,77
millones de acciones en su poder. Ingresó en la petrolera como socio privado en
los ‘90, como parte de su alianza global con Repsol y permaneció inmutable
(sólo negocios, nada personal), durante el conflicto por la renacionalización
de la petrolera por parte del Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en
2012.
En esos días, BlackRock decidió retirar su alianza estratégica con Repsol en la petrolera, luego de una conversación directa y sincera mantenida con el CEO designado, Miguel Galuccio. El buen diálogo con el ingeniero entrerriano maduró con el tiempo y se mantiene hasta estos días. De hecho, Galuccio fue uno de los pocos que pudo demostrar tener línea directa con el propio Fink, a quién intentó convencer de aceptar alguna de las ofertas de Guzmán. No tuvo éxito en este punto, pero sí en volver a sentar a BlackRock a la mesa de negociaciones y sostener una tregua judicial hasta el final feliz de la primer semana de agosto. La alianza de Blackrock en YPF se mantiene firme, al punto de mostrarse “friendly” con el país ante el juicio que el fondo buitre inglés Burford inició por la operación de renacionalización, ofreciendo sus desarrolla el caso. Sabe el Gobierno que cuenta con el fondo de inversión para sostener la posición legal oficial en el tribunal de Loretta Preska en el Segundo Distrito Sur de Nueva York. Otra vez, sólo negocios.
Calificado en 2014 como “fondo buitre” por Cristina Fernández de kirchner (al tener acciones de la papelera Donneley, que cerró sus puertas ese año) el compromiso del fondo de Fink como socio local llegó a la cima durante el gobierno de Mauricio Macri, con el que tuvo dos encuentros y cuando decidió abrir una oficina en julio de 2018 en el país, eligiendo dos impactantes pisos en la zona de Catalinas, desde donde fiscalizaría las enormes posesiones medidas en miles de millones de dólares que BlackRock tiene en la Argentina y Uruguay. A tal punto llega esa interacción, que en esta sede local, y bajo todas las medidas de seguridad posibles, hay una interconexión con la verdadera llave del éxito financiero de BlackRock, al menos según la visión del propio Fink.