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Viernes 21 de agosto de 2020
Embajador de Uruguay: "Lo ideológico no tiene que ser impedimento para llevarnos bien" (definiciones sobre Entre Ríos)
EncisoUruguay

A Carlos Enciso, el flamante embajador de Uruguay en la Argentina, lo llaman "El Pájaro". En 2013, cuando el entonces presidente José Pepe Mujica fue captado por un micrófono abierto hablando de Néstor Kirchner y Cristina Fernández como "el tuerto" y "la vieja", el protagonista silencioso de aquella anécdota, el que escuchaba atentamente al mandatario, era él. 

Siete años después, el presidente Luis Lacalle Pou le confió, por su trato personal, la representación de su gobierno en Buenos Aires.

Su nombre empezó a sonar con fuerza en el verano aunque la pandemia demoró su confirmación y su mudanza al otro lado del Río de la Plata hasta hace apenas unas semanas.

Ex intendente del departamento de Florida, cargo que equivale al de los gobernadores en la Argentina, Enciso fue de los primeros en respaldar al actual presidente uruguayo cuando se lanzó en busca de un espacio de renovación dentro del Partido Nacional diez años antes de ganar las presidenciales.

Su costumbre de recorrer el territorio, el contacto permanente con los vecinos y la parafernalia que rodeaba sus actos, con un hombre-pájaro pintado con los colores del partido, le ganaron la etiqueta de ser "el más peronista entre los blancos", como se denomina a quienes militan en esa fuerza.

—¿Cómo convive con esa caracterización del "más peronista" en el Partido Blanco con la que lo describen muchos de sus compañeros de fuerza? 

—A veces, los reduccionismos simplifican pero excluyen otras cuestiones. Solo puedo comentar que, como político y parte de una generación de jóvenes, siempre tuvimos una defensa muy fuerte de lo federal, por Artigas. Y el federalismo argentino, que tuvo variantes, matices, tenía nexos con nosotros. Sin embargo, lo que nosotros veíamos con simpatía desde un inicio fue la génesis del radicalismo. A fines del siglo XIX, nuestro partido incluso tuvo una visión muy similar a la reivindicación de las banderas de Leandro Alem y que después se convirtieron en la Ley Sáenz Peña, del voto secreto, las garantías. Y por supuesto, después surge Forja y el peronismo y como movimiento nacional, evidentemente, compartía alguna impronta vinculante a lo que pudieron haber sido corrientes de nuestro lado. Todo eso que a nosotros como jóvenes nos gustaba cultivar, en contacto con historiadores revisionistas de aquí como José María Rosa o Abelardo Ramos, puede conducir luego al reduccionismo y al posterior encasillamiento.

—Uno podría pensar que cuando los gobiernos piensan parecido, se llevarían mejor, pero no sucedió así con el Frente para la Victoria y el Frente Amplio durante la década pasada. ¿Considera que con partidos opuestos se puedan sentar vínculos más pragmáticos?

—Sin entrar a analizar el pasado, mirando hacia adelante, soy muy optimista en cuanto a que va a haber una buena relación, que nuestros pueblos están ansiosos porque nos llevemos muy bien, como ha sido el designio histórico, con algunos interregnos. Lo ideológico, vamos a charlarlo en un café, cuando podamos, o tomando un Tannat o un Malbec, pero no tiene que ser impedimento para cosas prácticas, concretas, de agenda proactiva, de integración real y de llevarnos bien, que creo que va por ahí la cosa y en eso yo soy optimista. Desde nuestro Presidente para abajo son muchos los estamentos que lo ven así. Me da la impresión de que poniendo acento en esas coincidencias más que en las diferencias de enfoques ideológicos  o de política internacional, en algunos puntos, vamos a andar bien. 

—Es sabido que la embajada en Buenos Aires es, para el gobierno de Uruguay, una de particular relevancia. ¿De qué modo le planteó esta misión el presidente Lacalle Pou?

—Yo estaba designado para otro organismo que era la Corporación Nacional para el Desarrollo, habiendo sido electo como legislador, incluso, por el Partido Nacional. El Presidente, por una relación de años, de amistad, de armado político de su sector al que ayudamos desde un inicio, junto a otros compañeros, me convocó para dar una mano en el Gobierno porque evaluó que precisaba a alguien del perfil nuestro en cuanto al relacionamiento, la experiencia política, confianza y relación personal directa que tenemos. Ahora no podemos por esta situación especial pero esperemos que, con la "normalidad nueva" que venga, avancemos en una impronta diferente, que nosotros vemos como una fortaleza en la gestión, de estar presentes en las provincias de la Argentina, recorrer todos los consulados. No quiero ser un embajador que este cómodo en el edificio de esta nueva sede sino salir de la Capital para interactuar con esa riqueza que tienen las provincias y que es tan importante para nosotros, en la conexión con los gobiernos subnacionales y en la medida que podamos generar una mayor integración económica.

—¿Su idea sería buscar entonces tender más puentes directos entre provincias y municipios de la Argentina con destinos uruguayos,  en paralelo al vínculo entre los gobiernos nacionales?

—Exacto. Hay un contacto natural en la zona del litoral con Entre Ríos, que se debe profundizar, pero también en el departamento de Florida, por su perfil, tuvimos dos hermanamientos: uno en Alta Gracia (Córdoba), con el turismo religioso en su variante jesuítica; otro con San Antonio de Areco (Buenos Aires) en torno a lo gauchesco, el caballo, porque la zona de Florida fue el epicentro de la declaración de la independencia y tienen, en ese sentido, un vínculo similar. Ambos ejemplos son sobre cosas que hicimos pero que tenemos que darle más contenido. Ese es el disparador para que vayan y vuelvan delegaciones.

—¿Ve posibles nuevos intercambios más allá del comercio tradicional?

—Mi experiencia indica que, de las giras, salen reuniones con las organizaciones de productores y las cámaras de comercio. El proceso de cierre del vertedero en Florida, Uruguay, por ejemplo, fue con una tecnología que vinimos a ver en Leones, entre Córdoba y Santa Fe. Yo también estuve en Rafaela. Ese entramado es muy rico pero hay que generar el apoyo y la organicidad desde la embajada para que pueda haber nexos directos y vasos comunicantes más ágiles de los que hoy tenemos. Todo el tema de los granos y la experiencia de la soja  en Argentina y nosotros que tenemos algún componente interesante en el Litoral y el Centro de Uruguay, puede generar más intercambio. Ya tengo pedido reuniones con el Ministerio de Desarrollo Productivo y estamos en contacto con las gremiales uruguayas para darle más fuerza a estos intercambios.

—Cuando habla de que no hay tantas relaciones en las zonas fronterizas, ¿es posible atribuirlo a heridas que siguen abiertas desde el conflicto por las pasteras?

—La pregunta puede tener varias aristas en la contestación. Yo no sé si los actores principalísimos de aquel momento recompusieron relaciones personales. Lo que sé es que los pueblos deseaban que esa situación no se complejizara. Hoy hay un ambiente interesante en el marco del cual nuestro Presidente Lacalle Pou quiere impulsar con mucha fuerza el tema de la hidrovía (del Río Uruguay), no solo como virtud para mayor comercio y navegabilidad de Uruguay sino para permear esa obra de Salto-Concordia y dinamizar toda la zona productiva de los puertos y las dos orillas del río Uruguay.

—Es un proyecto que puede tener un impacto directo sobre la actividad económica de Entre Ríos también...

—Y más también. Antes de venir, estuve en Salto, con el gobernador (Gustavo) Bordet, con gente de la zona, de Gualeguaychú, Colón, Gualeguay, Artigas, Salto y Paysandú, los integrantes de la Comisión del Rio Uruguay, gente que privilegia las relaciones con referentes de la zona y eso ayudará a tender más puentes. También se lo comenté al canciller (Felipe) Solá como interés para la agenda binacional y tengo entendido que nuestro Presidente pudo intercambiarlo de forma telefónica con el Presidente (Alberto) Fernández y también en una entrevista que tuvo con el embajador (argentino Alberto) Iribarne. Este desarrollo será también virtuoso para otras cuestiones del ida y vuelta porque también desemboca en la acción de la Comisión del Río de la Plata.

—Uruguay quedó al frente de la presidencia temporal del Mercosur y debe hacer equilibrio entre dos miradas muy distintas sobre el bloque, como las de Brasil y Argentina, ¿qué actitud tomarán en los puntos conflictivos como la velocidad de ciertos acuerdos comerciales?

—Hay una agenda del Mercosur que viene al nivel de diversas comisiones donde el trabajo se lleva adelante con el trabajo diplomático Y hay una impronta fuerte de nuestro Presidente para acelerar el acuerdo con la Unión Europea, para lo que creo que hay acuerdo de todos los integrantes. Por otro lado, hay un dinamismo activo de nuestro Presidente en el relacionamiento con sus pares de la región como para poder articular esos matices que en la agenda pueden ser temas de tiempo.

—Uruguay apoyó a Brasil en el pedido de acelerar la negociación con Corea del Sur aunque luego, al asumir la presidencia temporal, Lacalle Pou ponderó la necesidad del consenso. ¿Qué actitud tomarán al final?

—De nuestro lado, está claro que el acuerdo con Corea del Sur puede ser un tema de interés y de importancia inmediata. Está claro también que la Argentina, en algunos items y componentes de ese acuerdo, está en una situación de otra urgencia y desaceleración en función de temas internos de sectores de interés que pueden ser más sensibles y eso es atendible también. Evidentemente, todo eso está hoy evaluándose entre las Cancillería para alcanzar una postura en común. Yo no veo más que declaraciones de un lado y otro, algún ruido, temor o movimiento, pero eso está superado.  Nuestro Presidente va estar muy cercano a componer pero también a avanzar en la agenda que ya está aprobada.

—Las actitudes de Brasil son bastante ambiguas. Por momentos amenaza con patear el tablero pero el gobierno de Jair Bolsonaro manifiesta su interés en trabajar con la Argentina...

—Da la impresión de que, a veces, son  declaraciones más del humor político de turno de las jerarquías de las Cancillerías o lugares por el estilo, que decisiones políticas de fondo de salir del acuerdo que hoy creo que nadie lo tiene evaluado  seriamente como algo posible. Paraguay, Brasil, nosotros y Argentina están claramente definidos con el espíritu mercosureño con lo que evidentemente hay que mejorar e incorporar hacia adelante. Todo tratado de este tipo es perfectible. Y todo tema amerita trazar objetivos nuevos. Dese los '90 hasta acá, ¡vaya si ha cambiado el mundo! Pero hay un espíritu, por lo que tenemos información, de que nadie va a tensar la piola por sus intereses cuando pueda ser contrapuesto a la lógica común.

—La última pregunta apunta al pasado y uno que se presenta como anecdótico aunque pudo crispar los humores entre ambos países. Me refiero a la anécdota del ex presidente José Mujica captado por un micrófono abierto cuando decía que "esta vieja es peor que el tuerto" en alusión a los Kirchner. Usted era el destinatario de ese susurro que no fue tal, ¿cómo fue esa conversación?  

—Eso fue una conversación privada. Y por suerte yo no tuve un rol protagónico más que escuchar al Presidente de turno. De todos modos, lo que salió al aire fue lo de él y no mi pregunta sobre cómo venía la cosa con los hermanos argentinos. A esta altura ya lo podemos considerar un episodio superado como otros que pasaron entre nuestros principales gobernantes. 

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