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Lunes 21 de diciembre de 2020
Mariano Werner festejó su primer título de Turismo Carretera y le devolvió la gloria a Ford (el entrerriano se consagró campeón)
Campeon

La mirada al cielo y la Copa de Oro en sus manos. El desahogo y el llanto al desplomarse sobre el techo del Ford, en el sector de parque cerrado. Después de 13 años en el Turismo Carretera y a una década de la primera frustración en una definición de campeonato, Mariano Werner hizo realidad un sueño que cobijó de chico, desde los días en karting en Paraná: con el quinto puesto en la carrera final en el autódromo de Villicum, en San Juan y luego de 191 carreras se convirtió en el nuevo monarca de la categoría y le devolvió la sonrisa a Ford, que no celebraba un título desde 2015. Sanguíneo y frontal en la pista, aprendió de los errores del pasado para controlar los arrebatos que lo envolvieron y perjudicaron en situaciones límites. Ahora, al pintar el N°1, completó el casillero que le restaba para consolidarse como ídolo del Óvalo, la marca con más coronas en el TC: 43.

"Tantas veces lo prometí y no se los pude dedicar, hoy me saqué una mochila de encima. Sé lo que tardó en llegar y lo difícil que se hizo. Por eso se lo dedicó a los que me siguieron, a los que me apoyaron. También a los que me perdonaron y a quienes me castigaron", dijo Werner, que en todo momento rescató a los hermanos Marcelo y Alejandro Occhionero -responsables del Memo Corse, la estructura bajo la que compitió en 2020-, al motorista Rody Agut, los mecánicos y los sponsors que acompañaron la aventura en una temporada atípica para el deporte y crítica para la economía.

En los recordatorios no faltaron su padre José -que siempre acompañó al piloto y ahora vivió el desenlace con su esposa Bebi, en Paraná-, su mujer Micaela y sus hijos Salvador y Rafael; sus hermanas Lorena, Julieta, Florencia y Evangelina y su hermano Gabriel, la estrella lo acompaña desde el cielo. "Los quiero abrazar y besar a todos, hace 13 años que los fines de semana no estoy para nadie de la familia", señaló, desbordante de alegría.

Piloto como Mariano, Gabi era el espejo en el que buscaba reflejarse. En 2001 estalló la crisis económica en el país y se dedicó a la preparación de autos, armó su propio equipo de monopostos -Fórmula Renault- y sentó a su hermano en una de las butacas. Si Gabriel era el que trabajaba a destajo, indagaba, se instruía, observaba y se esforzaba para que Mariano ascendiera con rapidez en las categorías del automovilismo nacional, el Zorro respondía con resultados, al punto de consagrarse bicampeón y marcar un récord de ocho triunfos consecutivos. El 23 de noviembre de 2007, meses antes de que Mariano debutará en TC, en un accidente cuando intentaba modificar un neumático en un tráiler instalado en el autódromo de Alta Gracia, en Córdoba, la muerte apagó la vida de quien era su ídolo, su jefe, el que jamás le dio espacio para que se rindiera en la búsqueda del sueño.

La contundencia de un campeón

La campaña 2020 enseñó que Werner y el Memo Corse compusieron la mejor fórmula de piloto y equipo de la temporada. Fue una segunda oportunidad entre la familia Occhionero y el entrerriano, que en 2008 a punto estuvo de estrenarse en el TC con un auto del Rush Racing, propiedad de los hermanos necochenses. La corona que ahora festeja el entrerriano empezó a diseñarse desde el estreno del calendario, en Viedma. Aquella resultó una experiencia con dos caras: dominador durante todo el fin de semana, ganador en la pista, la exclusión en la revisión técnica dinamitó la tarea. El diámetro interior del centrador del carburador y altura de la pollera, los elementos objetados. El debut soñado se convertía en desazón: la pesadumbre recayó sobre el motorista Rody Agut, que reemplazaba a Marcelo "Machete" Esteban, quien proveyó de impulsores durante siete años a Werner, y el DTA Racing, la estructura técnica que lidera Ulises Armellini. "Me bancó en un momento difícil, me bancó contra todo y llegamos a este final tan lindo. Si no era por él, el motorista ahora era otro. Estoy feliz por haberle podido dar una mano para ser campeón", reconoció Agut, en San Juan.

Werner firmó la victoria que lo habilitó a ser campeón recién a mitad del calendario, pero en el mientras tanto demostró ser actor principal de cada fecha: escolta de Juan Cruz Benvenuti (Torino) en Neuquén, marcó una doble pole en San Nicolás, cuando el Turismo Carretera se convirtió en la primera categoría y el automovilismo en la primera disciplina en retomar la actividad, en medio de la pandemia mundial de Covid-19. La rotura del motor en la primera de las dos carreras del fin de semana complicó la performance de la competencia del día siguiente -largó último la serie: trepó de 14 a sexto-, en la final avanzó desde el puesto 18 al quinto.

La visita al autódromo Oscar y Juan Gálvez, de Buenos Aires, lo devolvió al podio -tercero, detrás de las Dodge de Valentín Aguirre y Juan Martín Trucco-, aunque puertas adentro se reestructuró el conjunto: el DTA Racing dejó de prestar los servicios de taller, logística y administración. El ingeniero Marcos Laborda asumió como máximo responsable del auto y Agut fue confirmado por el resto del año en la atención de los motores; más tarde se incorporó Miguel Ángel Toto Echegaray como director deportivo.

El potencial del auto era evidente, restaba imponer las condiciones. Y lo hizo con contundencia. Los movimientos fueron acertados, como el pronóstico de Alejandro Occhionero: "En la próxima carrera en San Nicolás vamos a funcionar tan bien como en Buenos Aires". El paranaense rompió el hechizo en el trazado bonaerense y encadenó otras dos victorias -ambas en el autódromo Roberto Mouras, de La Plata-, con las que empezó la Copa de Oro en o más alto, por encima de Benvenuti, que obtuvo la Etapa Regular del campeonato de TC.

No decayó en el rendimiento Werner, no se aflojó la estructura. En el regreso a Buenos Aires fue segundo de Manu Urcera (Chevrolet) y cuarto, una semana atrás en San Juan, donde ganó Julián Santero (Ford), la restante carta del Memo Corse, aunque bajo el paraguas del Alifraco Sport. A esa altura, el paranaense ya corría con la calculadora en la cabeza, más que con el acelerador, para convertirse en el piloto N°38 en ser campeón del TC.

La cuarta, la vencida

Del debut en el autódromo Rosendo Hernández, de San Luis, en 2008, a la corona en Villicum, San Juan, Werner tuvo otras tres definiciones para consagrarse campeón de TC.La primera, en 2010, en un desenlace apasionante en el autódromo de Buenos Aires, compuso un mano a mano con Agustín Canapino: ambos debían acreditar la victoria y el arrecifeño ganó la carrera y el título; el paranaense finalizó segundo, posición que ocupó cinco veces en el año y le permitió sumar más unidades que ningún otro. "Me tocó pelear contra el famoso humito azul que largaban los motores de Laborito, contra Altuna, Rossi y Canapino. Quizás el error fue pelear el título teniendo al mismo motorista", comentó, alguna vez, con una sonrisa, cuando le consultaron si el preparador pudo llegar a digitar quién se llevaría la corona entre sus usuarios. Señales del destino, desde entonces Werner ganó al menos una carrera en cada temporada; otro detalle: en Villicum, el Gran Premio Coronación 2020 tuvo como vencedor a Canapino, que después de obtener los tres últimos campeonatos cedió el trono a Werner.

Tres años después, en el mismo escenario capitalino, arribó a 6,5 puntos de distancia de Diego Aventín, que finalmente se convirtió en campeón, mientras que la definición de 2016 resultó polémica, al extremo que el desenlace le valió una suspensión de seis meses y una multa de 500 mil pesos -en principio se dictaminó un año y $750 mil-, por la temeraria maniobra en la última curva del autódromo de La Plata, en la que chocó a Matías Rossi (Chevrolet), a quien privó de ganar el título, que fue a manos de Guillermo Ortelli.

Cumplió la suspensión y volvió tras 201 días en Paraná: "Solo yo sé que lo viví", le decía a LA NACION en la antesala de aquella carrera: en la clasificación marcó el mejor tiempo y con ese registro batió el récord del circuito. Para entonces corría en su propia estructura -Gabriel Werner Competición-, después de haber pasado por el Micheli Competicion (2008), Gurí Martínez Competición (2009, 2010 y 2011), 3M Racing (2012) y Lincoln Sport Group (2013).

Fin de semana entrerriano

Omar Gurí Martínez era el último campeón que hizo festejar a Ford, también uno de los referentes de la marca y del propio Werner, con el que compartió el garaje por tres años. Entrerrianos los dos -el Gurí es de Nogoyá, pero se estableció en Paraná- los talleres estaban separados por seis kilómetros, cuando el Zorro manejaba su propia estructura. Desde el retiro del Gurí, todos apuntaron a Werner como bandera de Ford -siempre corrió con esa marca-, aunque la ausencia de una corona era el detalle que le faltaba cumplimentar. "Trabajo para ganar, no para mirar si soy referente de la marca. Eso lo puede decir la gente, a mí me gusta ganarles a todos y funcionar bien en cada circuito", dispara ante las comparaciones. Desde ahora deberá acostumbrarse a llevar esa marca, la que imponen los fanáticos, La N°4, la hinchada de Ford.

Werner logró el cetro de TC en Villicum y también lo hizo el Gurí Martínez, que con Ayrton Londero -también entrerriano- obtuvo el campeonato de TC Pista en un desenlace agitado. El joven, de 23 años, debía ganar y esperar los retrasos de Germán Todino (Torino) y Andrés Jakos (Dodge), que se enredaron en un accidente.

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