Según el último Censo Nacional Agropecuario, realizado por
el INDEC en 2018, en la Argentina hay 236.601 empresas agropecuarias. Casi el
62% (148.000) tienen menos de 200 hectáreas. A ese total hay que sumarle todas
las empresas conectadas con el campo, pero no dedicadas directamente a la
producción por lo que el universo pyme ligado al campo es todavía mayor.
"Nos enfrentamos a todas las dificultades que se
enfrentan las pymes de otros rubros y además de todos los riesgos extras que
tiene dedicarse a un negocio de capital intensivo, de un ciclo de comercialización
que no baja de los ocho meses y de un proceso productivo abierto ligado a
riesgos exógenos, como el clima", afirma Fernando Bujanda, socio en la
consultora Agro Mediterránea y él mismo parte de una familia de productores del
interior bonaerense.
El negocio tiene, sin embargo, una ventaja sustancial.
Pertenece a un sector que nunca se queda sin demanda: la producción de
alimentos. "No sabés qué precio van a tener tus granos cuando coseches, ni
tus terneros cuando nazcan, pero comprador vas a tener seguro. Y eso es lo que
le permitió a la actividad atravesar las distintas fases de la cuarentena sin
fundirse como le están pasando a Pymes de otros rubros", agrega el
consultor.
El sello de "esencial" es lo que permite aún hoy a
los establecimientos no parar los procesos productivos y seguir cargando
camiones. "La pandemia puso a prueba toda la logística de provisión de
insumos, cosecha y operaciones en general. La adaptación a los protocolos fue
fue exitosa a pesar de generar suba de costos operativos", explica Victor
Piñeyro, profesor Adjunto de Planeamiento, Organización y Dirección de Empresas
y de Administración Rural en la Universidad Católica Argentina (UCA).
Las expectativas para esta campaña son buenas, a pesar de la
sequía que complicó a la mayoría de los cultivos durante 2020/2021. "Los
valores altísimos generados por la permanente demanda China y la desaparición
de todos los stocks americanos y otros países productores generan una
perspectiva de precios de los granos comparable con 2013/14", agrega
Piñeyro. El especialista aclara que aún los buenos precios requieren una
ingeniería de negocios precisa: "arrastran aumentos en insumos y sobre
todo en el costo de la tierra, especialmente pensando en que el 50% de la
agricultura extensiva se realiza en campos arrendados".
Los negocios rurales son un rompecabezas de costos, riesgos
y regulaciones. "La presión impositiva es mucha. Tenemos gravámenes
nacionales, provinciales y municipales superpuestos. Los costos de los fletes
son altos y los puntos en la cadena desde el producto hasta el embarque,
demasiados para una ingeniería productiva y comercial sana", subraya Luis
Casas, ingeniero agrónomo de la Fundación Más Valor, que asesora a pequeños y
medianos productores para sumar valor en la cadena productiva del algodón.
Las retenciones son un capítulo aparte. Hoy están en un 33%
para la soja. Bujanda lo ejemplifica con un cálculo simple: "pensemos en
un rinde óptimo: 4.000 kg/ha. Un productor de 100 has paga el equivalente de
dos camionetas 4x4 0KM; uno de 300 has, un tractor 0KM; y uno de 500 has, el
tractor más una sembradora. La ecuación impacta en los costos, el productor
alquila las máquinas y también en la economía regional, que deja de
venderlas".
El financiamiento es otra de las aristas del negocio. Es una
actividad de capital intensivo: se requiere una inversión alta con un ciclo de
negocios largo, que arranca en ocho meses para el trigo y llega a uno o dos
años en el caso de la ganadería. El productor tiene que pedir mucho y a largo
plazo. Las tasas, como en el resto del mundo Pyme, son altísimas. Un
establecimiento pequeño paga un promedio de 50% anual, cuando una multinacional
devuelve el préstamo con la mitad o menos del interés.
El esquema de costos no termina ahí. Se le suman fletes (las
entregas están a cargo del productor), contratistas, arrendamientos y alquiler
de maquinarias (un déficit histórico de los pequeños productores). Una
coyuntura que se puede llevar a los novatos. Para Casas la prueba de fuego son
los 24 meses. "El que pasa los dos años, sobrevive", diagnostica.
Afinar el lápiz
En el rompecabezas agrario una pieza mal colocada puede
desdibujar todo el negocio. "En el contexto de deducciones que el
productor sufre en toda la cadena, la gestión tiene que ser muy precisa. No hay
que errar un punto en las compras o en el manejo financiero", advierte
Bujanda. Y, a pesar de ser muy valiosa, es una de las debilidades de los
productores. "Muchas veces, a pesar de que es un sector innovador en
tecnología y producción, es difícil que se deje asesorar en estos
aspectos".
Alejandro Oliverio, socio de la Consultora BPS coincide en
la importancia de gestionar más allá de la tranquera. "En la Argentina
existen grandes fluctuaciones del tipo de cambio y de las condiciones de
crédito, por eso es clave la formación en herramientas financieras. Saber
cuándo entrar y cuándo salir puede hacer una gran diferencia, incluso para la
supervivencia de la empresa. El responsable financiero es tan importante como
el de las áreas productivas o comerciales", afirma.
Casas habla de sumar valor a la cadena. Por ejemplo, bajando
costos. "Desde la semilla hasta el embarque hay una serie de contratos,
con el arrendatario de maquinaria, con el contratista, con el acopiador, con el
flete, con la planta procesadora, etcétera. Bajar esos contratos, es sumar
valor a lo que finalmente recibe el productor", explica. ¿Cómo hacerlo?
"Hoy hay una serie de herramientas tecnológicas que permiten saltear
intermediarios. Y la pandemia nos dejó una gran enseñanza sobre su uso",
apunta.
"El contexto cambia muy rápido, la profesionalización
de las empresas agropecuarias será clave para permanecer y para crecer. Formar
equipos de trabajo ágiles que respondan y se adapten rápido, trabajar sobre los
procesos para optimizarlos, incorporar tecnología y capacitar a las personas es
lo que está diferenciando a las empresas del sector", asegura Oliverio.
En 2017, Rodrigo Vázquez, Sebastián Miret, Gabriel Sánchez
Catena y Nicolás Mayer Wolf, un grupo de amigos con un mix de perfiles de
tecnología, negocios y agroindustria fundó la agrotech Agree con el propósito
de aportar soluciones tecnológicas para resolver los puntos de dolor de la
cadena agroalimentaria para el mercado local, regional y global. Crearon una
plataforma desde la que se puede gestionar todo el camino de la producción y
comercialización del producto rural. Ahora acaban de recibir US$ 2 millones de
Sancor, para sumarle la pata financiera.
"La idea es eficientizar esa cadena de valor, aportando
tecnosoluciones que permitan gestionar eficazmente", destaca Mayer Wolf,
Ceo de Agree. "Hay una oportunidad inmensa en la digitalización. La
plataforma es una herramienta que permite la trazabilidad del negocio,
reduciendo costos y gestionando financiación", agrega Miret.
Sustentabilidad, el
nuevo nicho
Florencia García Casali, profesora de la Universidad
Argentina de la Empresa (UADE), asegura que reducir el impacto ambiental es hoy
la gran oportunidad de las Pymes agropecuarias. "La demanda por de
productos generados con conciencia ambiental ha crecido notablemente en los
últimos años", advierte. La filosofía es que lo que le hace bien al suelo
y al ambiente en general, le hace bien a la salud del consumidor. "Se
empiezan a valorizar las legumbres como reemplazo de la proteína animal, surgen
los ‘superalimentos', las comidas ‘plantbased' y toda una serie de
ecoetiquetados. También hay una demanda para obtener materiales derivados de
fibras vegetales para reemplazar al plástico y de fuentes alternativas de
fósforo, presente en la caña de azúcar y el estiércol animal, para reemplazar y
bajar el costo de los fertilizantes tradicionales", explica.
El eco-agro es un nicho especialmente tentador para las
Pymes. Maneja volúmenes más chicos que la producción tradicional, requiere un
componente de innovación presente en el ADN del emprendedor nacional y, lo más
importante, permite ganar mercados externos y facturar en dólares. "En
nuestro país hay un know how muy importante en algunas prácticas, como la
agricultura de la precisión, que la sustentabilidad está rescatando. "La
hidroponia es otra tendencia, muy adaptable a los recursos del pequeño
emprendedor. Al no utilizarse tierra, sino agua, permite producir más por
superficie, ya que puedo utilizar el espacio más intensivamente, por ejemplo,
con varios pisos de producción, o con sistemas verticales", indica García
Casali.
Lucas López fundó Going Natural, un emprendimiento de
agroecológicos en 2014. Hoy vende una gama de productos que va desde semillas
hasta aceites o cosecha gruesa a consumidores verdes de Japón, Dubai, Estados
Unidos, Australia y la Unión Europea. "Empezamos con una gestión del
negocio casi artesanal, viajando, pescando clientes en ferias internacionales y
buscando, en paralelo establecimientos que quisieran empezar a producir
orgánico, un proceso que lleva un cambio en el uso del suelo que puede tomar cinco
años".
Hoy López tiene una red de productores certificados.
"La certificación es otro trámite que lleva distintas fiscalizaciones. Hoy
la certificación nacional de producto orgánico está homologada con la europea;
para los demás países hay que hacer una gestión aparte. Aunque el productor ya
tenga el sello, cada embarque debe ser analizado en origen y destino y de eso
depende la compra", explica.
Casas refuerza la idea de la diferenciación. "Encontrar
el nicho es especializarse y hoy hasta los commodities pueden tener una
diferenciación, dada por lo que en los mercados externos consideran ‘buenas
prácticas', como grano proveniente de campos en el que no hubo desmonte, fare
trade o con bajos niveles de emisión", explica. Cada una de estas marcas
de origen tiene una normativa que lo avala, no siempre complicada de obtener y
muchas veces desconocida por el productor, pero sí por sus hijos", afirma.
Oliverio coincide: "están entrando nuevos jugadores en el mercado, más
jóvenes, con formación financiera, tecnológica y ambiental. Es un excelente
momento para que las empresas familiares agropecuarias incorporen a las nuevas
generaciones en la gestión, en la estrategia y en la toma de decisiones".
Viento a favor
De acuerdo al último relevamiento de la Bolsa de Comercio de
Rosario, se espera una cosecha de alrededor de 50 millones de toneladas de maíz
para la campaña 2020/21. En este ciclo se plantó 1,5% más que en el ciclo
anterior, registrando el séptimo año de crecimiento consecutivo. El grano,
además, logró sortear la sequía.
La soja, en cambio, no pudo contra la baja de lluvias y bajó su rendimiento a 45 millones de toneladas proyectadas. El arroz fue otro de los cultivos que creció. De acuerdo a la Bolsa de Cereales de Entre Ríos, en esta provincia el rinde del cereal será de un 14% mayor al de los últimos cuatro años.