Los casos de las
hermanas de Concordia, un rugbier platense y una periodista de 23 años les
ponen rostros a las estadísticas más duras de la segunda ola.
La Organización Panamericana de la Salud dice que los
menores de 50 años son cada vez más una amenaza de contagio y muerte de
coronavirus. "Entre diciembre de 2020 y marzo de 2021, las tasas de
mortalidad entre menores de 39 años se duplicaron en Brasil y se cuadruplicaron
para las personas de entre 40 y 50 años", puntualizó la OPS hace algunas
semanas.
La segunda ola que golpea a la Argentina parece ampliar el
rango etario y sacudir a los menores de 50 años, como sucedió en Brasil, donde
la variante de Manaos, detectada a fines del año pasado, es señalada como
responsable del cambio demográfico.
"Estamos en presencia de cepas más agresivas e
infectantes, pero también existe una falta de conciencia de la gente, cierta
desidia e ignorancia, además de una notoria falta de vacunas", enumera
Eleonora Cunto, jefa de terapia intensiva del Hospital Muñiz.
Neumonólogo del Hospital Pirovano, Martín Masdeu asegura que
"las variantes de Manaos y la sudafricana son más virulentas, mucho más
transmisibles y con patologías pulmonares en una franja etaria mucho más joven
que lo que se veía el año pasado. Hoy somos testigos de la internación de de
personas sin comorbilidades, que no son adultos mayores, que padecen neumonía
bilateral, lo que pone en riesgo sus vidas. Podría estimar que en el último
mes, entre el 60 y 70 por ciento de los internados son personas entre 30 y 50
años".
Invencible en la
cancha
Como dijo el neumonólogo Masdeu, en el último mes, en
nuestro país, hubo numerosas muertes de gente joven, de entre 20 y 50 años, sin
enfermedades prevalentes. Como el caso de Joel Rutigliano, de 35 años, jugador
de rugby del Berisso Rugby Club, que murió el 26 de abril, después de
diecinueve días internado en el Hospital Rossi de La Plata.
"El Gordo se fue de manera imprevista y dejó un espacio
vacío imposible de llenar. Se me fue un hermano", describe con dolor
Nicolás Santilli (28), compañero dentro y amigazo fuera de la cancha.
Todavía devastado por "la inesperada partida",
Santilli no puede creer que Joel esté muerto. "Un pibe que jugaba al rugby
desde los ocho años, pero también hacía tenis dos veces por semana, un pibe
súper activo... Era un recio para jugar, vehemente, trababa con la cabeza si
era necesario. Fuera de la cancha era un pan de Dios, un pibe cálido, entrador,
con una capacidad para caer bien que no la había visto con nadie. Y de esa
clase de personas que jamás te iba a generar preocupación, aún sintiéndose mal.
Y el Gordo se la bancó hasta el final sin una queja, estoy seguro, me lo
imagino".
A Gastón Fernández, quien fue capitán de Rutigliano en el
Berisso Rugby Club, no le entra en la cabeza que "Joel ya no esté entre
nosotros, sabiendo que era un hooker impasable y él en la cancha parecía un
pibe invencible... Su muerte fue baldazo helado, porque sabíamos que lo estaba
transitando relativamente bien el Covid, se encontraba estable, hasta que un
virus intrahospitalario generó fallas multiorgánicas y partió... Se fue un
tipazo, un hacedor de grupos".
Nicolás y Gastón sienten una orfandad inexplicable. "El
Gordo nos había prometido un viaje a los Esteros del Iberá, con su camioneta
nueva, que había comprado hace poco y estaba súper entusiasmado esperando que
se aflojaran las restricciones. Qué locura, qué sensación de incertidumbre,
pero hay que mirar para adelante, Joel no hubiera querido que estuviéramos así,
sumidos en la tristeza; seguramente él debe estar sonriendo donde quiera que
esté".
Perder a dos hermanas
Freddy Güida se disculpa una y otra vez. Le cuesta mantener
el hilo de la conversación sin quebrarse. En una semana, el joven entrerriano
de 26 años perdió a sus dos hermanas, Aldana (21) y Marina (29) -que realizaban
la carrera de Biología- lo que conmocionó a la ciudad de Concordia. "Es
tremendo lo que nos pasó a toda la familia, caímos todos contagiados, una
locura. Y a mi mamá le acaban de dar el alta del mismo hospital donde murieron
sus hijas. Terrorífico".
Contenido, de procesión interna, Freddy dice que se
encuentra como un "zombie que camina por la calle en estado de sopor,
extraviado y sin entender lo que está pasando". Asegura que ya se le pasó
el miedo, "hoy tengo bronca, siento que este maldito virus me sacó casi
todo, así que hasta el día de hoy no me senté a pensar en si corro algún riesgo
de salud, sólo me senté a llorar a mis hermanas, que tanto amo y ni siquiera
pude despedirlas".
Más compinche de Aldana, con quien tenía diálogos más
personales, Freddy recuerda que "cuando la ambulancia se llevó a Aldana
entendimos que volvería al rato, medicada, no sé, nunca supusimos que esa noche
en la que se fue caminando por la puerta de mi casa sería la última vez que la
veríamos. Y mucho menos que se descompensaría y al otro día la
entubarían". Cuando días después la internaron a Marina, su hermana ya
había fallecido y eso lo habría "liquidado anímicamente".
A diferencia de Aldana, Marina respondía mensajes desde su
teléfono. Hasta llevó tranquilidad a su papá José: "Estoy bien, no te
preocupes". También con su hermano Freddy mantuvo un ida y vuelta que, con
los días, empezó a ser más esporádico debido a que su salud flaqueaba.
"Creo que la muerte de Aldana repercutió emocionalmente en Marina, que
estaba muy pero muy asustada. ?Yo le escribía y ya no me respondía, le pedí por
favor que no me dejara solo y sé que lo leyó", rompe en llanto.
Aldana, la menor, convivía con su novio, mientras que
Marina, con dos hijos, estaba separada y vivía con sus padres y su abuela de 90
años, a quien cuidaba. "Ninguna tenía enfermedades preexistentes, no entiendo
qué pasó con ellas, no sé si estaban tan graves o el hospital (Concepción
Masvernat de Concordia) no estaba preparado. Pero Aldana fue internada el 30 de
abril, murió el 3 de mayo y no la pude despedir. Y a Marina la internamos el
viernes 7 y murió cuatro días después por una neumonía bilateral. Entré a
terapia, la vi intubada, me acerqué y le dije que íbamos a cuidar a sus
hijos", recuerda abatido José Güida (59), el padre de las chicas.
Se lo escucha apurado a don José, que pese a su edad sigue
trabajando de guardavidas. "Estoy haciéndome cargo de todo, de mi cuñada,
de mi esposa y de mis nietos Andrés (11) y Mía (6), que me pregunta por su mamá
todo el tiempo... Pero también me tengo que cuidar yo, que hace una semana que
no como ni duermo. Gracias a Dios, Mariela mi mujer está de vuelta en casa. Yo
soy muy religioso, pero no entiendo cómo Dios se ensañó tanto", descarga
José, quien creer estar inmerso "en una película de terror".
La sonrisa que se
apagó
La sonrisa es lo primero que a Belén (19) se le viene a la
mente para pensar en su hermana Sol Casella. Y dice "la sonrisa" con
la mayor tristeza del mundo, ya que Sol murió el viernes 14 de mayo, a los 23
años, en la clínica Sagrado Corazón, generando consternación en el personal
médico que la atendió. "Uno de los clínicos que estuvo siempre al lado de
Sol se puso a llorar desconsolado y recibimos un mensaje en nombre del cuerpo
médico, que no podía explicar ni entender qué había pasado", comparte
Belén, hermana de Sol, a la 1 de la madrugada de este martes.
Entre desvelada e insomne, Belén cuenta que "se dio
todo muy rápido, fulminante, para alguien súper sana como Sol, que el 18 de
abril dio positivo y el 22 ya se encontraba internada en una sala normal. Pero
evidentemente no podían oxigenarle los pulmones y el 1° de mayo la trasladaron
a terapia intensiva. No respondía a la medicación y un médico advirtiendo que
Sol estaba muy caída anímicamente, convencida de que no saldría de esa
situación, permitió que mi mamá pudiera verla, entubada, lo que fue un shock".
Sol estudiaba periodismo en la Universidad de Lomas de
Zamora, le faltaban cuatro materias para recibirse y colaboraba con notas de
actualidad en la Agencia AUNO y en el portal Política del Sur. "Escribía
desde chica, nos hacía a mi mamá y a mi hermana y a mí unas cartas afectuosas,
con descripciones muy profundas. Se le fue soltando la muñeca y empezó a
escribir de todo, desde cuestiones políticas, pasando por temas de feminismo
hasta de coronavirus. Estaba feliz con su oficio".
Le cuesta hablar en pasado a Belén, que lo advierte pero no
corrige. "Este domingo cumpliría 24 años. No puedo creer que no esté acá
con nosotros, no puede ser que una mujer increíble como ella se nos haya
esfumado". Querida en la facultad, en el colegio Inmaculada Concepción por
profesores y ex compañeros, en el trabajo y muy amada por Lautaro, su amor
desde hace ocho años, "que hoy está tan destruido como nosotros".
En los tres casos, los amigos y familiares hablan de "algo impensado por la edad", "incomprensible por no tener patologías preexistentes" y "lo fulminante del ataque del virus". Como mencionan los neumonólogos Cunto y Masdeu, "estamos en presencia de variantes más dañinas, que no distinguen edades". Y una advertencia de la doctora Cunto, del Muñiz: "No dejen que la enfermedad avance para hacerse controles médicos, que no pasen más de siete días... Estamos notando que muchos pacientes ya llegan graves".