Especialista en los vínculos entre mujeres y peronismo, la
investigadora y docente de la Universidad de Tres de Febrero rescata el rol de
las esposas de mandatarios justicialistas que rompieron con la tradición
machista de la política.
La figura de la “primera dama” no está en la Constitución ni
en una ley. Algunas de las esposas de los presidentes argentinos tuvieron una
enorme gravitación en la política nacional, pero muchas pasaron al olvido. La
investigadora de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) Carolina
Barry compiló una serie de investigaciones en el libro Se hace la Evita. Las
otras primeras damas peronistas (Omnívora Editora, 2021), que analizan el rol
de algunas primeras damas provinciales y municipales que, a la par de Eva
Duarte, redefinieron el papel tradicional asignado a esa función.
En una entrevista con el Suplemento Universidad, Barry
reflexiona sobre algunas protagonistas olvidadas, relaciones de género y
vínculos entre cultura, poder y sociedad en provincias y ciudades de mediados
del siglo pasado.
La investigadora del CONICET es doctora en Ciencia Política,
integrante de la Red de Politólogas y cofundadora de la Red de Estudios sobre
el Peronismo. Además, es directora del Programa de Estudios de Historia del
Peronismo (PEHP) de la Colección de Estudios de Historia del Peronismo de
EDUNTREF y docente de la Maestría en Análisis Político de la UNTREF.
Entre sus libros, se destacan Evita Capitana. El Partido
Peronista Femenino 1949-1955 y La Fundación Eva Perón y las mujeres: entre la
provocación y la inclusión (en coautoría con Karina Ramacciotti y Adriana
Valobra).
–¿Qué la impulsó a indagar en aquellas esposas de
mandatarios que no se contentaron con permanecer en un rol formal?
–A medida que se va estudiando el período peronista y la
participación femenina, empiezan a aparecer en los diarios, como una actividad
colateral, esposas de gobernadores, legisladores y ministros que tenían una
acción social y muchas de ellas también política. La más relevante que encontré
fue Elena Caporale, la esposa del gobernador bonaerense Domingo Mercante.
Después, aparece el primer Partido Peronista Femenino, en San Juan, organizado
por Élida Basualdo, esposa del gobernador Ruperto Godoy. Luego, conversando con
compañeras de provincias, comenzamos a observar que aparece la misma situación
en Corrientes, Mendoza, Córdoba, Entre
Ríos y Santiago del Estero. A la par que estaba surgiendo la figura de
Evita, aparecen esposas de gobernadores que empiezan a hacer trabajos de acción
social y política.
–¿Cómo se relaciona el papel activo de Evita con el de otras
mujeres que eligieron ser protagonistas en sus provincias?
–El libro comienza con un estudio general sobre el rol de
las primeras damas, que traspasa a la Argentina, y qué sucede con diversas
mujeres en algunas provincias. También en otras ciudades, como Bahía Blanca,
con Etelvina Bonfiglio, la esposa del diputado Eduardo Forteza, y luego con
Elisa Duarte, hermana de Eva, que era la esposa del senador Alfredo Arrieta. Lo
que importa de estas mujeres es que su rol de primera dama no se circunscribe a
una esposa de mandatario, sino que pueden ser esposas de ministros, como el
caso de María Luisa Frogone de Pistarini, la esposa de Juan Pistarini (ministro
de Obras Pública durante los dos primeros gobiernos peronistas). Eva marca una
tendencia de una primera dama que se corre de lo protocolar para asumir
funciones sociales y políticas. Recordemos que el Partido Peronista Femenino se
funda en 1949, pero la acción de estas mujeres es previa, desde 1946. Estas
mujeres forman parte de la etapa previa de la rama femenina y mediante la
fundación de centros cívicos femeninos y que empiezan a responder a la figura
de Eva, que en la campaña para el voto femenino forma su propia línea interna
en el peronismo con los Centros Cívicos María Eva Duarte de Perón. Ese sello
con el nombre completo de ella es el que permite observar cómo ella va armando
su propia línea interna. Es la Eva de 1947.
"Eva marca una tendencia de una primera dama que se
corre de lo protocolar para asumir funciones sociales y políticas".
–¿Qué valor le asigna a la frase “se hace la Evita”?
–De muchas mujeres que se dedican a la política en general
se dice “se hace la Evita”. Por lo general, se les dice a las mujeres que hacen
acción social cercana, de calidez, que no es simplemente la entrega de un
objeto. Hay involucramiento personal y político. En el caso del Partido
Peronista Femenino, Eva nombra una delegada en cada provincia.
–¿La imitación de Evita es un impronta ineludible para la
esposa de un presidente?
–El tema de emular a Eva lo podemos ver en diferentes situaciones. A veces se ve en una estrategia visual de indumentaria. El pelo rubio, el rodete y el traje sastre. Aún hoy se ve a mujeres que se involucran en política que, para mostrar una forma simbólica de acercamiento con lo que fue Eva, la política argentina por excelencia, a veces se traduce en la utilización de un rodete. En el primer congreso del peronismo, cuando regresa la democracia, la mayoría de las mujeres están teñidas de rubio y usan rodete y traje sastre. Hasta la copian a Evita en la forma de hablar. Hasta ahora ninguna primera dama pudo ignorar la figura de Eva. La esposa de Frondizi, por ejemplo, en una entrevista en Estados Unidos, dijo que ella no tenía nada que ver con Eva. Es decir, Eva empieza a marcar una forma de ejercer ese rol. Un rol que no tiene pautas ni está reglado. Hay una libertad de acción muy grande. Lo importante es que hay mujeres que pueden ejercer influencia en el gobierno de su marido, reunirse con un ministro, consultarle la agenda o tener un interés por algún tema de política nacional o exterior. Por ejemplo, a los pocos días de asumir Alberto Fernández, Fabiola tuvo un encuentro con el Papa. Es un debate que no está terminado. E incluso pueden generar crisis políticas.