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Sábado 13 de noviembre de 2021
Fuera de la zona de confort: un sistema silvopastoril en campos bonaerenses de cría (negocio entrerriano)
campo

Ángel Luis Rossi, gerente general de “La Negra”, aspira a llegar a las 1.500 hectáreas con forestación en la provincia de Buenos Aires.

Si hay algo de lo que no se puede acusar al campo, o, más bien, a quienes forman parte de la agroindustria en general, es que se queden quietos. Siempre hay innovadores, pioneros, gente que se anima y prueba para que luego otros tomen el camino más allanado.

Algo de este “pionerismo” se vislumbra en el trabajo que está haciendo Ángel Luis Rossi, gerente general de “La Negra”, una empresa familiar que tiene campos mixtos en la zona de General Villegas hace más de 70 años, pero también tiene una unidad de negocio forestal en Entre Ríos que ya tiene 25 años y dos ciclos de corte y conversión en madera (hay 3000 hectáreas de eucaliptus). De yapa, están en la producción porcina en sociedad con otras dos familias importantes (Cagnoli y Zubiaurre) en una explotación de 2500 madres.

En ganadería hacen un ciclo completo. “La Caledonia”, el campo más antiguo de la familia pasó de ser ganadero a ser un campo agrícola con ganadería en los sectores donde no se puede hacer agricultura. También pusieron en marcha un feedlot donde se terminan novillos recriados en otras zonas, como Suipacha y Junín. Además, trabajan con genética propia y, en algún momento, llegaron a exportar carne envasada, algo que hoy, políticas ganaderas de por medio, no han vuelto a hacer… aunque no descartan retomarlo.

Desde hace unos años, se animaron a vincular agricultura, ganadería y forestación en campos bonaerenses para empezar un negocio silvopastoril que no resta productividad de carne y apunta a generar un servicio ecosistémico vinculado al balance de carbono.

“Los campos de cría del norte de Buenos Aires tienen factores que recortan la rentabilidad, pero además, la ganadería en general está siendo criticada por la emisión de gases, estos dos factores favorecieron que pensáramos en aprovechar nuestra experiencia en el negocio forestal y el ganadero para combinar ambas actividades”, explicó Rossi a Clarín Rural, sobre por qué empezaron a plantar árboles en una región no tan habitual para la producción de madera como sí lo es el litoral (que concentra el 78% de las plantaciones forestales comerciales).

El objetivo de máxima es producir madera y carne con bienestar animal, sustentabilidad ambiental y social, porque la aspiración es generar un cluster maderero con mano de obra local en Suipacha, a 150 kilómetros de Buenos Aires.

Cuantificar, para empezar

“La Negra” empezó a partir de un convenio interdisciplinario con el INTA, la Universidad de Buenos Aires y la Universidad de La Plata en tres líneas de análisis: cuantificar la producción de carne y analizar el bienestar animal; en segundo término, la producción de madera que se puede lograr en este esquema; y finalmente, el grado de sustentabilidad económica y ambiental del sistema.

El de Suipacha es un típico campo de cría, bajo, tendido, de suelos argiudoles con algunos problemas para drenar el agua. Allí tienen reproductores puro controlados angus. El paso inicial era ver qué especie, en este caso mayormente eucaliptos, podían resistir los fríos de Buenos Aires que son distintos a los entrerrianos.

“Arrancamos en 2020 plantando unas 100 hectáreas para medir los gases que emiten los animales y la captación que pueden hacer esos árboles y pasturas sembradas”, dijo Rossi. En 2021 ya se implantaron otras 200 hectáreas. En el mediano plazo el proyecto busca un mínimo de 1500 hectáreas bajo el sistema silvopastoril.

“Es un proceso lento porque el ciclo productivo es de una década promedio, por eso, si bien pudimos trasladar algo de nuestro conocimiento forestal del norte, no pudimos trasladar la misma genética, por eso se empezaron a probar clones diferentes e híbridos entre eucaliptus grandis y camaldulensis, hay otro que se llama dunnii, que también está adaptado al frío”, contó Rossi. Se están haciendo mediciones de crecimiento, sanidad, persistencia en más de 70 clones de híbridos.

El costo de mantenimiento del sistema es de 15 dólares por hectárea con una tasa de retorno (TIR) de 18% en dólares.

Como empresario, Rossi decidió no esperar lo que suceda cuando se termine el ciclo (insisto, diez años) para seguir adelante, por eso cuando ya vió que el comportamiento de algunos árboles era satisfactorio empezó a avanzar. “Este camino que ya estamos desandando es una ventaja que pueden tener otros productores si deciden empezar”, apuntó Rossi.

Uno de los temas que han detectado es que como los clones son todos “hermanos enteros”, es como si fueran mellizos y tienen el problema de que si se enferma uno se pueden enfermar todos. “Por eso hay que trabajar con muchos clones, porque se pueden enfermar en cualquier momento, a los 5 años, a los 7 o a los 9 y los termina afectando a todos”, explicó Rossi.

Plantación

Se trabaja el sistema de líneas apareadas. Es una franja de 5 metros y una separación de 20 a 40 metros en la otra franja. En esos 20-40 metros, se pueden sembrar pasturas para pastoreo directo, o para hacer rollos y reservas, y hasta cultivos agrícolas en las zonas donde se puede. No en Suipacha, claro.

Se pasa un subsolador liviano, que hace un camellón sobre el que se planta el plantín. Es un trabajo que se hace a mano o con una máquina en la que va una persona arriba poniendo cada plantín.

¿Qué trabajos se deben hacer en esos primeros meses/años? “Hay que controlar malezas en el camellón donde se pone el plantín de 30 centímetros de altura, también, el primer año, hay que cuidarlo de las hormigas y, en esta zona, de las liebres”, advirtió Rossi.

Por ahora, hasta que se desarrolle más la zona, faltan contratistas y prestadores de algunos de los servicios necesarios en la parte forestal, pero Rossi confía “a medida que avancemos van a ir apareciendo”.

Manejo silvopastoril

Se estima que en la zona de Suipacha la carga animal sobre un potrero normal puede ser 0,7-0.8 equivalente vaca (EV). “Creemos que aún sacándole un 30% de superficie a los animales para plantar los árboles, esa carga se va a mantener porque habrá menores requerimientos y porque se va a poder producir más comida”, esgrimió Rossi.

Así las cosas, el manejo de la hacienda casi no cambiaría. “Todo esto lo estamos analizando, estamos dando los primeros pasos, pero con resultados auspiciosos”, dijo el Gerente General de “La Negra”.

Para ponerle datos a los “ojos”, tienen dos estaciones meteorológicas, una debajo de los arboles y otra fuera. Están comparando rodeos en una pastura con arboles y otra sin arboles. Miden también las producciones de pasto y de carne, además de los porcentajes de destete, sanidad, mortandad, los típicos índices duros de la ganadería.

Árboles que cuidan animales

En el norte, Corrientes, Misiones y parte de Entre Ríos, la sombra generada por los arboles en planteos silvopastoriles impacta directamente en un menor gasto de energía que tiene que hacer el animal para mantener la temperatura en ambientes de temperaturas extremas.

“En esta zona no son un problema serio ni el calor ni la radiación, pero estamos convencidos que el animal obtiene beneficios en un sistema silvopastoril, y lo decimos porque los animales quedan al reparo de los vientos invernales generando menor esfuerzo para controlar temperatura, esto redunda en mayor ganancia de peso, también las pasturas están más protegidas de las heladas y el sombreado hace que reaparezcan especies naturales de la zona”, apuntó Rossi.

Mitos del metano

Para Rossi, uno de los desafíos que tiene por delante la ganadería no sólo es productivo, también es comunicacional. “La emisión de gases que generan los animales es metano, que es uno de los tres gases vinculados a la temperatura de la atmósfera junto con el dióxido de carbono y el óxido nitroso, ahora bien, el metano es el único que se descompone a los 10 años o sea que no se acumula salvo que haya un aumento extraordinario de emisiones”, advirtió Rossi.

Para el gerente de “La Negra”, “ese es un concepto básico para saber que la hacienda no está contaminando cada vez más”. Y lo ejemplificó con la reducción de gases efecto invernadero producto del parate pandémico de fábricas, autos y aviones. “La ganadería siguió produciendo, y no hubo un aumento de emisiones, el problema del calentamiento global y la emisión de gases no pasa por los animales”, opinó.

Así las cosas, Rossi apuntó que el sector tiene que trabajar en la comunicación y puede ofrecer un servicio de “limpieza del medioambiente”. “Las pasturas captan el dióxido de carbono que dura más de 1000 años en la atmósfera, que luego las vacas se las comen lo transforman en metano, que luego será absorbido nuevamente por las pasturas y comienza el ciclo de nuevo”.

“Si a eso le agregamos arboles pasamos a tener un sistema positivo, de absorción de dióxido de carbono”, aportó Rossi.

Desafíos

Como todo proyecto que está dando sus primeros pasos, y que no tiene otras referencias para cotejar resultados, éste de producción silvopastoril en campos de cría de Suipacha tiene una lista larga de desafíos. Hay que ir por partes.

Uno es determinar en el mediano plazo las especies arbóreas que funcionan bien desde el punto de vista sanitario, así como en velocidad de crecimiento y calidad maderera. Además de los eucaliptus están probando salicáceas y álamos, porque creen que “para suelos de inferior calidad podrían andar muy bien”.

“Estoy convencido que hemos dado un muy buen primer paso en este desafío, aunque hay que seguir haciendo experiencias”, dijo Rossi.

Después está todo lo que tiene que ver con la sustentabilidad, que es uno de los motores del proyecto. “Creo que a mediano plazo va a generar mayor valor a la carne que se pueda producir en estos sistemas porque va a haber mercados, como el europeo, que van a empezar a comprar carnes certificadas carbono neutro, hay consumidores que están dispuestos a pagar unos dólares más por estos productos”, auguró Rossi. Siendo la cría el eslabón más débil, de menor renta, Rossi cree que estas certificaciones puedan darle otro aire.

“Hay otros beneficios porque la provincia de Buenos Aires está interesada en lo forestal para compensar la cantidad de industrias que tiene y cumplir con la reducción en la emisión de gases efecto invernadero con la que se comprometió Argentina a partir del Acuerdo de París en 2015”, apuntó Rossi.

Buenos aires se adhirió a la ley 25.080 (de Promoción de Inversiones en Bosques Cultivados). Hasta agosto de 2020 la Dirección Nacional de Desarrollo Foresto Industrial del Ministerio de Agricultura de la Nación informó que había transferido al sector forestal un total de 190,53 millones de pesos, de los cuales $4,24 millones corresponden a Buenos Aires por 12 planes que incluyen 243,82 hectáreas de forestación; 388,7 ha. de poda y 86,3 ha. de manejo de rebrotes.

“Hemos tenido reuniones con funcionarios y lo que les dijimos es que cumplan con lo que ya está que es la ley que paga el 60% del costo de implantación, que es de 210 dólares por hectárea en esta zona y con líneas apareadas dejando un espacio intermedio (en esquemas sólo forestales como el que “La Negra” tiene en Entre Ríos son 700 dólares por hectárea)”, dijo Rossi. Y agregó: “Les pedimos que cumplan también con la devolución del impuesto inmobiliario, que, suponiendo un potrero de 100 ha que termina implantado con 30 ha de árboles, deberían devolver por la totalidad de la superficie, lo que representa una reducción de 5-6 dólares por ha del inmobiliario”.

Rossi también apuntó a los municipios, en donde cree que sería interesante lograr una eximición de la tasa de caminos porque de la actividad se pueden generar clúster madereros con fabricación de muebles, pisos y otros generando mano de obra local. “Es mano de otra local, con aserraderos locales, que es muy importante, agregando valor in situ, inclusive los municipios pueden desarrollar pequeñas industrias para hacer casas sociales con madera”, refirió Rossi.

Vale recordar que en el mundo desarrollado, cada vez más se está usando la madera cultivada para hacer casas, incluso edificios más eficientes desde lo energético, o sea, más cálidos en invierno y más frescos en verano.

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