Domingo 03 de junio de 2007
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Paraná
Se detectaron más de 300 casos de desnutrición en Paraná
Los comedores comunitarios dejan de funcionar en los sectores críticos, donde las carencias nutricionales hacen estragos.
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��Antes, en lo peor de la crisis, uno veía chicos que no paraban de comer. Lo hacían con desesperación. Eran capaces de mandarse cuatro platos seguidos, y uno se preguntaba dónde le entraba todo eso». El recuerdo es de un sacerdote, Raúl Rebot, de la Parroquia Cristo Peregrino, a cargo de un comedor comunitario, y lo menciona a modo de comparación con la actualidad, cuando esa demanda extrema parece haberse disipado. Sin embargo, el mejoramiento del cuadro social, que advierten referentes barriales, no siempre significa el destierro de necesidades básicas en los sectores más pobres de la ciudad. Nada de eso. Sigue habiendo gente con graves demandas alimentarias y tanto es así que en un sector del vasto cordón sudoeste de la ciudad se detectaron 333 casos de desnutrición. Paradójicamente, en esa zona crítica el barrio Anacleto Medina Sur se quedó sin comedor comunitario: había uno solventado por el Fondo Participativo de Inversión Social (Fopar) que fue dado de baja hace tres meses debido a la presentación de denuncias por presuntas irregularidades en el manejo. Así detalló la situación Exequiel Gutiérrez, integrante de la comisión vecinal del barrio, quien indicó que en 2002, tiempos duros en que no había cobertura social, el centro de salud había registrado 380 casos de desnutrición. Ese número contemplaba también a los crónicos (es decir, los nenes que están en el borde de la desnutrición). Ahora, en cambio, el número de 333 no incluye a los crónicos, con lo que si sumara a esa franja la cifra final ascendería a 760, explicó Gutiérrez. SITUACION. De las 333 personas con problemas de nutrición, la mayoría son niños menores de 12 años, aunque también figuran tres mamás. Los casos fueron detectados gracias a los controles realizados por el centro de salud, y derivó luego en la decisión oficial de asistir a los más de 300 casos en cuestión con el Programa de Refuerzo Alimentario Familiar (PRAF), cuyo aporte consiste en un bono de 47 pesos por mes, destinado primordialmente a desnutridos. El vecinalista explicó que se trata de una prueba piloto, que incluirá un trabajo en conjunto con el centro de salud para realizar controles y un censo socioeconómico de cada familia afectada para determinar los motivos. En cuanto al funcionamiento de los comedores comunitarios, Gutiérrez opinó que la mayoría funciona mal y, en contraposición, resaltó la labor de los escolares que son –dijo- los que amortiguan la situación en la zona. Respecto del panorama en su barrio, Anacleto Medina Sur, contó que «la gente de la Provincia» llevó los listados a la reunión y ahí se enteraron de que había un comedor dependiente del Estado entrerriano, pero no funciona. EL DIARIO procuró durante dos días conseguir la opinión del secretario de Salud de la Provincia, Mario Elizalde, pero las gestiones resultaron infructuosas: el funcionario no respondió a los insistentes llamados. DESFASES. Funcionarios del Area de Evaluación y Monitoreo de Programas Sociales, dependiente de la Secretaría de Justicia Social de la Municipalidad de Paraná, estuvieron en el encuentro convocado por el Centro de Salud D‘Angelo y confirmaron a EL DIARIO que se abordó la problemática de “alrededor de 340 casos de desnutridos estructurales”, lo que significa que «ya no se pueden revertir las secuelas” de las falencias alimenticias. Desde la Comuna, se añadió que hacía tiempo se manejaba la idea de encarar un trabajo integral con las familias de los niños con problemas, pero se atribuyó la inacción a «la interna política» entre Comuna y Provincia. Ahora, se quedó en realizar un seguimiento de las 340 familias afectadas, se apuntó. En cuanto a las causas de la desnutrición, una hipótesis esbozada desde áreas oficiales consiste en que pese a la existencia de una gama de programas sociales tendientes a atender las necesidades de los más carentes, la cobertura económica habría quedado desfasada respecto del firme aumento del costo de vida. Así, por ejemplo, se mencionó que los comedores siguen con el mismo aporte, debiendo quizá cambiar los menúes en desmedro de la calidad. También, se tornan escasísimos los importes que recibe una familia por un niño desnutrido: 47 pesos del programa PRAF. A la vez, se apunta una falta de presencia del Estado, mediante controles y una asistencia más integral, que no radique sólo en la entrega de un bolsón o en una magra ayuda económica. Comedores: no consiguen controlar el uso de fondos Cada mes el Estado provincial gasta unos 3,2 millones de pesos en sostener el servicio de comedores, que a diario da de comer a casi 270 mil personas, aunque no siempre esos fondos tienen un seguimiento respecto a su uso final. El mayor celo se dirige hacia los comedores escolares, que atienden a unos 86 mil chicos y que ocupan 1,6 millones de pesos en forma mensual, pero hay conos de sombra sobre el manejo de unos 437 mil pesos por mes –más de 5 millones al año—que cae en manos de dirigentes barriales o punteros políticos que tienen a su cargo los denominados comedores comunitarios. Oficialmente, en Entre Ríos funcionan hoy 430 comedores comunitarios, a los que concurren 43 mil personas, de los cuales el 45 % se reparte entre las dos ciudades con mayor peso específico dentro de la geografía provincial: Paraná y Concordia. Y si bien la tendencia, apoyada en acciones oficiales, apunta a su paulatina desaparición, en la práctica existen comedores barriales difíciles de desactivar. En materia de recursos, el Gobierno ha procurado dejar rezagado el monto de las raciones que les otorga –50 centavos por comensal, frente a 1 peso que abona a los comedores escolares— pero aún así los comedores comunitarios se mantienen en pie. En el Gobierno se admite que es difícil controlar el uso que dan a los recursos, como tampoco existen certezas de que la nómina de beneficiarios que declaran los comedores comunitarios sea la que efectivamente asiste a diario. Hay una razón de peso: no existe una estructura de control que permita monitorear su funcionamiento. HISTORIA REPETIDA. El director de Comedores de la Provincia, Miguel Barboza, dice que el esfuerzo está puesto en los comedores escolares, y respecto a los comunitarios sostiene que la idea que se impone es su lenta desaparición por cuanto, afirma, ya han casi desaparecidos las condiciones de crisis social que permitieron su surgimiento a partir de 2001. “El comedor nació debido a la gran crisis que hubo y para atender a personas con mayores necesitadas. Pero ahora tenemos que dar un paso superador. Ya hoy esa situación de crisis no es tal. Existe por supuesto una necesidad, y hay que atenderla, pero apostamos al comedor escolar más que al comunitario. Incluso, ya muchos han ido cerrándose en los últimos dos años”, dice. Pero los números cuestionan esa afirmación. En 2004, el Estado destinó 427.387 pesos para sostener 410 comedores infantiles y comunitarios en la provincia: 116 de ellos funcionaban en el departamento Paraná. En mayo de 2007 las cifras dan cuenta de la existencia de 433 comedores, con 43.538 beneficiarios, en los cuales se gasta 453.269,58 pesos. En Paraná hay 130 comedores. Barboza acepta una realidad. “Hoy como están dados los comunitarios, se hace bastante complicado poder controlarlos. Se hace complicado poder llevar adelante el trabajo, y por eso nosotros no hemos hecho aumentos en el costo de la ración, que se mantiene en 50 centavos por comensal. La idea es tratar de que vayan desapareciendo. El año pasado se cerraron aproximadamente 20 comedores. Y en lo que va de este año, ya hemos cerrado 6”, explica. EL GRAN BONETE. ¿Por qué es imposible controlar el funcionamiento de los comedores comunitarios? Hay un impedimento burocrático: el personal de contralor de la Dirección de Comedores es administrativo, con un horario fijo de 7 a 13, y la mayoría de esos comedores funciona de noche, en barrios alejados del centro. Pero hay también impedimientos de otro tipo: en 2005 cuando la ex directora de Comedores, Patricia Castañeira, intentó ponerle el cascabel al gato y ordenó la intervención del Tribunal de Cuentas a raíz de las irregularidades que detectó en el comedor comunitario de la Vecinal Jorge Newbery Este, debió pagar con su puesto esa intromisión. Las desprolijidades halladas en aquel comedor eran varias: había declarado el doble del número de comensales que efectivamente atendía (es decir, recibía dinero de más), y presentó facturas truchas para obtener fondos de la tarjeta Sidecreer, que es el medio de pago que utilizan los comedores comunitarios. —¿Se hace un buen uso de los recursos en los comedores comunitarios? –preguntó EL DIARIO al actual director de Comedores. —Hay de todo. Hay comedores que funcionan bien, que no son los más, son los menos. También hay comedores que funcionan regularmente; y otros mal. Estamos tratando de encontrarle la vuelta como para que se dé un salto para mejorar esa situación. —¿Las nóminas de beneficiarios se actualizan? —Nosotros no hemos variado las nóminas. Están las mismas que había cuando yo vine a la Dirección (en 2005). Cuando vamos a supervisar un comedor, nos encontramos con gente que va a comer y otra que retira la vianda. En los comedores tenemos un costo de ración que es realmente insuficiente, de 50 centavos per cápita. Pero es imposible saber de qué modo funcionan, a ciencia cierta. Un premio del Gobernador EL LUNES 6 DE NOVIEMBRE de 2006 el gobernador Jorge Busti entregó una serie de subsidios a distintas entidades de la provincia por un valor de 800 mil pesos. El grupo de instituciones beneficiadas resultó variopinto: allí cabían municipalidades, clubes de rugby y, entre otros, un hogar que aloja a menores en Viale. De entre todos, resultó llamativo el que recibió el Centro Comunitario Los Conejitos, del barrio Paraná XX, al que le otorgaron un monto de 62 mil pesos destinado a la adquisición de un vehículo utilitario. El lugar es regenteado por Gloria Kapp, aunque bajo su ala se guarece buena parte de su familia, incluido su esposo, el vistoso puntero oficialista Roberto Pelusa Alarcón, quien suele pasearse en un vehículo con altavoces y banderas puestas a los costados, una de River y otra de Boca, mientras hace sonar la Marcha Peronista. Alarcón suele embanderarse en cuanta iniciativa hace pública el gobernador: la última misión, el apoyo a la reforma de la Constitución, fue fogoneada por el dirigente y su adláteres, bautizados para la ocasión como El equipo de Pelusa, con pintadas en puntos estratégicos. En alguna ocasión, hasta pudo conseguir auspiciantes para pegar afiches en toda la ciudad en apoyo a la reelección de Busti, antes de que esa iniciativa naufragara. El comedor Los Conejitos ha sido bendecido por el favor oficial en más de una oportunidad. El decreto 459 del 24 de febrero de 2006 aprobó el otorgamiento de un subsidio de 25.000 pesos “destinado a solventar los gastos derivados de la finalización de la obra en construcción de dicho centro”. Y el 11 de mayo último se publicó en el Boletín Oficial el texto del decreto 6.509, del 19 de octubre de 2006, por el cual se le otorgó al comedor un nuevo subsidio, esta vez de 62.000 pesos “destinado a la adquisición de un vehículo utilitario”. «El vehículo fue un premio que nos dio el gobernador por el trabajo que hacemos. El sabe muy bien, porque yo lo invité en dos oportunidades, y me dijo: ´Quedate tranquilo porque sé muy bien lo que vos hacés. Seguí así´”, relató Alarcón, al referirse al subsidio que le otorgó el Ejecutivo provincial en 2006 para adquirir un vehículo. La camioneta no sólo es para realizar las compras de las mercadería necesarias en el comedor, sino que es usada para transportar vecinos con problemas de salud, informó. También dijo que transportó comida para seis centros de evacuados cuando las inundaciones. “Así que para eso está la camioneta y nos sirve un montón. Yo tenía un falcón viejo, todavía lo tengo. Lo usé mucho para hacer propaganda, tanto política, como de los supermercados», dijo Alarcón, quien desde mediados de los ´90 tiene el comedor tras haberse acogido a la jubilación como empleado en la Policía de la provincia. Gloria Kapp defiende la necesidad de contar con un vehículo que, asegura, sirve para “hacer las compras”. Allí, sostiene, comen a diario entre 700 y 800 personas que provienen de los barrios Parana XX y XXI, Jaurteche, Lomas del Mirador e Hijos de María. “El nuestro es el comedor más grande que hay en Paraná, y estamos trabajando desde hace 15 años. Nunca paramos, en tiempos malos y en tiempos buenos seguimos funcionando. Pero queremos seguir mejorando”, dice. Y se envalentona, y se enorgullece, y cita un ranking, ranking nacional, dice. “No es para alabarme –se alaba— pero estamos en la Nación calificados como el número 1 de Paraná. Siempre nos han calificado re-bien”. (Fuente: El Diario)
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