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osario se convirtió este sábado, una vez más, en el paradigma de la Argentina fragmentada. A la misma hora, pero en distintos canales, dos países convivían –o mejor dicho, todo lo contrario– a diez cuadras uno de otro. En el barrio La Tablada, uno de los primeros asentamientos obreros de la ciudad, se realizaron los actos centrales por el 80º aniversario del nacimiento del Che Guevara. En el Monumento a la Bandera, en tanto, unos mil rosarinos protagonizaron un cacerolazo de apoyo al campo y en repudio a la detención de Alfredo de Angeli y un grupo de ruralistas entrerrianos. Hubo alguien que saltó la tranquera –fue de un lugar al otro– y, fiel a su estilo, lo hizo de manera bestial: Luis D’Elía estaba en Rosario por los actos del Che. Pero, enterado del cacerolazo, prefirió cumplir su rol de fuerza de choque del kirchnerismo y, a las 17.30, irrumpió en el Monumento para desalojar a los manifestantes, en su mayoría rosarinos de clase media que llegaron al lugar desde el centro de la ciudad, aunque el piquetero los tildó de “militantes de partidos opositores”. Cuando la columna de cerca de 300 militantes comandada por D’Elía, con banderas que rezaban “Fuerza Cristina”, llegó al Monumento, el número de manifestantes pro campo –o antigobierno– ya se había reducido considerablemente. Es que el rumor de que los piqueteros marchaban hacia allí se esparció con rapidez, y con él, el temor que hizo que muchos emprendieran el regreso anticipado a casa. Sin embargo, un grupo se quedó y hubo un forcejeo que se saldó, rápido, a favor de las fuerzas de D’Elía, quien también recibió lo suyo: lo empaparon con una botella de gaseosa. “Esto es un golpe cívico; vamos a defender a muerte a Cristina”, gritó el líder de la Federación de Tierra y Vivienda. Las cacerolas volvieron a sonar un rato después, en la plaza Pringles, unas doce cuadras al oeste del Monumento, en una de las zonas más paquetas de la ciudad. No muy lejos de allí, en un antiguo edificio que hoy ocupan familias de buen pasar que tranquilamente podrían haber participado del cacerolazo que algún presente exagerado definió como “el 17 de octubre de De Angeli”, nació hace 80 años el Che Guevara. D’Elía había llegado el viernes a la ciudad y, en conferencia de prensa, denunció que los ruralistas apuestan a “un golpe de Estado económico”. Pero entre los que asistieron al homenaje al argentino más famoso, donde había banderas de absolutamente todos los grupos de izquierda del país –lo que es mucho decir– y también del extranjero, no todos pensaban igual que el piquetero oficialista. En la columna del Movimiento Socialista de Trabajadores, por ejemplo, culpaban al Gobierno de perjudicar a los pequeños productores y decían que De Angeli era un preso político. El Partido Comunista Revolucionario (PCR), que tiene fuerte inserción en la Federación Agraria y activa participación en el conflicto del campo, como Dios, estaba en todas partes: un grupo en los actos por Guevara, otro en el cacerolazo en el Monumento y un tercero se llegó hasta Theobald, a unos 50 kilómetros de Rosario, en el corte de la autopista a Buenos Aires. Justo en el aniversario del nacimiento del Che, en Rosario, la ciudad que lo vio nacer, había clima de revuelta. La pregunta es tentadora: ¿de qué lado hubiera estado él? (Fuente: Crítica)