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ara el kirchnerismo, la política es una cuestión de fe. Por ello y porque en la lógica oficial sólo se concibe doblar la apuesta, en sus filas no hay espacio para posiciones conciliadoras. “A partir de ahora, el que no suma resta”, adelantó hace pocos días Julio De Vido. Anteayer fue el ex presidente Néstor Kirchner el que dejó en claro que no se inclina por los tibios. A última hora de la noche del sábado, le puso el cuerpo a la concentración que el oficialismo realizó en Plaza de Mayo para respaldar a la presidenta Cristina Fernández. El vicepresidente, Julio Cobos, irrumpió en escena con otro tono. En una carta abierta difundida anoche planteó “dejar atrás los agravios, la búsqueda de culpables y la intolerancia” y remarcó que es en “el Congreso, el lugar de expresión de pluralidad, donde se podrá encontrar ideas que permitan aportar al Poder Ejecutivo en el diseño de una política agropecuaria”. Un importante dirigente del kirchnerismo señaló a este diario que la carta de Cobos “fue muy mal vista por la Presidenta”. La posición de Cobos unifica a la mayoría de los radicales K. El mendocino venía conversando con el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, sobre posibles variantes que evitaran la confrontación. En los últimos días habló directamente del tema con Cristina Fernández. El sábado por la noche, cuando el kirchnerismo puso toda la carne en el asador, Cobos le había adelantado que propondría una salida negociadora en el Parlamento. “La Presidenta estaba muy enojada”, confió a Crítica de la Argentina un kirchnerista que se encontró con ella después de la conversación que mantuvo con Cobos. Para el kirchnerismo, la propuesta del vicepresidente es un intento de los radicales K “por diferenciarse” de la estrategia oficial. Ayer se especulaba con que en ese diálogo el mendocino había ofrecido su dimisión. “Le aseguro que no presentó la renuncia”, aseguró a este diario un legislador con buena llegada al vicepresidente. Desde el oficialismo también se desmiente la especie. “No diría que ofreció la renuncia pero sí le reconozco que la situación entre él y la Presidenta está tensa”, dijo un importante dirigente del kirchnerismo que pidió reserva de su nombre. El ex intendente de Mar del Plata y actual diputado de la Concertación Plural, el radical K Daniel Katz, aseguró a Crítica de la Argentina que “es una vergüenza que la realidad del país pase por todos lados pero no por el Congreso”. El legislador asegura que “esta crisis no es política, sino de representatividad”. En ese punto, el radicalismo K analiza que la falta de protagonismo del Parlamento le resta representatividad al sistema. Katz asegura que “la propuesta de Cobos apuesta a ofrecer una variante” para solucionar el conflicto. Un dirigente cercano a Cobos señaló que la movida del mendocino es una apuesta política con algunas chances de ser aceptada por los ruralistas. “Hay más posibilidades de modificar el decreto de las retenciones en el Parlamento que discutiendo con los cinco tipos encriptados que toman decisiones en la mesa chica de Olivos”. Así como el kirchnerismo apuesta por la confrontación, el radicalismo K pone todas sus fichas en el diálogo y la negociación política. “Es perverso estirar la pelea para ver quién aguanta más”, analizó ante este diario un dirigente cercano al espacio de Cobos. A diferencia del optimismo que exudan en el entorno de Cobos, un importante referente del kirchnerismo que opinó pidiendo reserva de su nombre consideró que “seguramente esta semana habrá una mesa de negociaciones, pero hay que tener en claro que las decisiones y las definiciones no pasarán por la mano de Cobos”. En cierto punto, Cobos también se alejó de su habitual moderación y rompió el silencio mediante una carta abierta. Los destinatarios son todos los argentinos, y el remitente, por ahora, tiene sus oficinas en el Senado de la Nación. El fantasma de Chacho Álvarez ronda el Congreso Son muchos los fantasmas que habitualmente recorren los pasillos del Senado. Desde el año 2000 hay uno excluyente que suele agolparse frente a las puertas del principal despacho que tiene el primer piso del Palacio Legislativo: la renuncia del vicepresidente. Desde que Carlos “Chacho” Álvarez dijo frente al auditorio que se reunió en el Hotel Castelar que presentaba su “renuncia indeclinable” al cargo, los principales hombres de la política temen que la situación vuelva a repetirse. Suelen asociar ese escenario con el comienzo del fin. La renuncia no había sido un acto extemporáneo. Fue un final previsible para un dirigente que había llegado al punto más alto de su carrera política como abanderado de la lucha contra la corrupción y que no pudo mirar para el costado ante las sospechas de que sus propios compañeros habían actuado en sobornos a varios senadores para lograr la sanción de una nueva ley laboral. A pesar de que la nueva norma iba en línea con las políticas neoliberales del menemismo que el Frepaso había condenado, Chacho Álvarez puso el acento en la forma más que en el contenido. Cuestionó los presuntos sobornos, en los que aparecía involucrado su ex hombre de confianza, Alberto Flamarique, y también la indiferencia de Fernando de la Rúa. Si bien fue una decisión individual, la renuncia de Álvarez marcó la extinción del Frepaso, la criatura política, que les había permitido a los radicales volver a la Presidencia. También fue el comienzo del fin del gobierno de la Alianza. “Aquí no hay crisis”, fue la respuesta entonces de De la Rúa. Binner ve el fin del presidencialismo “Esta forma de gobernar está llegando a su fin”, planteó el gobernador de Santa Fe, Hermes Binner. A tono con el planteo del vicepresidente Julio Cobos, pidió un estilo “más participativo” de la gestión pública. Y arriesgó: “Hay que dar paso a otra forma de gobierno, a la democracia parlamentaria, como en los países europeos”. (Fuente: Diario Crítica)