Lunes 22 de noviembre de 2010
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Interés general
La carne sigue cara pero la gente se adapta
Los carniceros ofrecen cortes de excelente calidad y los clientes hacen “un esfuerzo” para poder comprarlos. La picada, aguja y marucha lideran las ventas, que cayeron este año cerca del 50%.
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La venta disminuyó un 50%.

L

os dueños de las carnicerías de los barrios paranaenses hacen lo imposible para que no les quede “sobrante” de carne aunque aceptan que las costumbres alimentarias están cambiando y que ahora son ellos los que se tienen que adaptar. En una de las carnicerías del barrio El Sol, que se ganó la fama por la excelente calidad de la carne, la venta cayó en el último año un 50%. Su dueño acepta que lo pudo revertir con la venta de pollo, que paralelamente subió casi en el mismo porcentaje. “Pero el pollo trozado –aclara– por un lado las alitas, la pata muslo, las milanesas de pechuga”, relata el carnicero detrás del mostrador. Él, al igual que el resto de su familia que también trabaja en el rubro, decidió darle valor agregado al pollo y así conseguir mayor margen de ganancia. En la puerta de ingreso al “Sol”, el aire acondicionado brinda un descanso a las altas temperaturas del mediodía paranaense. Esperando su turno para comprar está la Gata un reconocido hincha de Peñarol que reflexiona: “Ahora está todo caro, hay que hacer un esfuerzo y tirar una tira de carne a la parrilla, si no esto no es vida”. En esas palabras se puede englobar el pensamiento colectivo argentino. La costumbre de adaptarse a las crisis esperando por el momento en que todo se normalice, disfrutarlo, y luego saber que no es para siembre. La gira En la carnicería de El Jagüel, a 50 metros de la plaza Eva Perón en el popular barrio San Agustín, Carmen es una de las clientas fijas. Ella también se adaptó a la escalada de precios de la carne: “A mí me cobran el kilo de pulpa a 33 pesos, pero yo sé que es de primera”, arremete rápido para que no vayan a pensar que se deja estafar. Claro que tanto en los locales de El Jagüel como en el de José María Paz tienen cortes con precios “casi al costo” para no perder la clientela y para mover el stock disponible. En el barrio El Sol, lo que más se venden son “los cortes de adelante” narra el carnicero: “La aguja de novillito, de primera– aclara – el kilo lo tengo a 19 pesos y la carne picada común está a 20 pesos”. Entre los cortes más requeridos también está la “histórica” marucha, que ronda los 22 pesos el kilogramo. En su momento pusieron una oferta especial de parrillada, pero recuerdan que “no funcionó”. Por lo pronto, el corte estrella, la tira de asado que más de uno hoy colocará en la parrilla se consigue a 32 pesos (novillo). Mientras que en San Agustín, en el pizarrón negro se resaltó bien grande con gruesas letras de tiza blanca: “Ofertón costilla de ternera 28,99 pesos el kilo”. Entre las rebajas para captar clientes sobresale el kilo de pollo trozado y las alitas a 9,49 pesos. Al parecer, ahora el cerdo también sufre incrementos porque el precio de pizarra de las costillitas llegó a los 29,99. La vuelta que le encontraron los dueños de la carnicería que está a metros de avenida Galán fue, directamente, ganar menos: “Antes de la caída de la ventas facturábamos un 30%, 35% y hasta el 40% sobre el costo. Ahora sólo remarcamos el 20% para que no nos queden sobrantes”. Más allá de que acepten que el pollo les está salvando el negocio, los comercios chicos con esa carne, también están en desventaja. “El pollo subvencionado a los supermercados se lo venden entre 6 y 7 pesos el kilo. A nosotros a 12 pesos. Así siempre estamos corriendo desde atrás”, relatan. Cambios “Vivimos a pollo y pescado. Nunca antes comimos tan bien. Ahora somos una familia más sana”, contó Vilma entre risas. Los paranaenses fueron cambiando las costumbres alimenticias y ahora la carne, por necesidad, fue desplazada a un segundo lugar. A propósito, los que se están frotando las manos son los pescadores artesanales, que día a día ven cómo crece la demanda. Ahora con la llegada de las Fiestas de fin de año hay mucha gente que empieza a hacer reservas de carne roja y también de pollo y pescado. El temor por una nueva suba antes de las cenas del 24 y del 31 preocupa a los más precavidos, que tienen el poder económico para proyectar qué comerán en Navidad y Año Nuevo. (UNO)
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