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a política del silencio que adoptó Caló tiene su explicación: el contenido de sus últimos mensajes es más acorde con el de los de un opositor que con los de un gremialista alineado con el kirchnerismo. A seis meses de su asunción al mando de la CGT que reconoce el Gobierno como su única interlocutora gremial, Caló todavía no logró ganarse la confianza absoluta de los kirchneristas. Descolocó con algunas demandas sindicales que resultaron excesivas para la Casa Rosada, como reclamar una suba superior al 50% del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias. O, más recientemente, amenazó con un paro de los metalúrgicos para este lunes en caso de no anudar un trato en la negociación paritaria , en la que solicitó inicialmente un aumento del 32% . Los desconcertantes pasos de Caló también generan confusión puertas adentro de la CGT. El último gran cortocircuito se produjo ante las diferencias por la reforma judicial que impulsó el kirchnerismo. Según se consignó al diario La Nación "Antonio tiene un liderazgo muy particular. No quiere una CGT personalista, como era con Moyano. Él es más corporativo y se apoya mucho en el resto", definió a Caló un hombre de peso en la CGT kirchnerista. El propio Caló también habló de su rol de secretario general: "El liderazgo se mide por el trabajo y la capacidad de diálogo", dijo hace unos días ante los crecientes cortocircuitos internos. Los más críticos de Caló le reclamaron la semana pasada un mayor compromiso. Consideran que la CGT debe recuperar presencia institucional. Una amplia mayoría coincidió el miércoles, en la sede de los taxistas, en que el comunicado por la reforma judicial fue tardío y equivocado. "Nadie sabía bien de qué se trataba. El equipo de abogados no nos instruyó a tiempo. Y quedamos mal parados reaccionando después de Moyano", dijo un gremialista que frecuenta el Congreso, tal como manifiesta el diario La Nación.