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a convocatoria se formalizaría la semana próxima por parte del presidente del cuerpo partidario, el exsenador montielista por San Salvador Juan Carlos Arralde. La carta orgánica partidaria prevé tres congresos anuales en los meses de abril, agosto y noviembre. Si bien el primero del año se realizó, fue en junio. Allí se desvanecieron las posibilidades de llegar a un acuerdo electoral con el dirigente ruralista Alfredo De Ángeli. Posteriormente, el congreso de agosto no se concretó por estar desarrollándose la campaña electoral, y ahora llega el de noviembre. Se tratará de un cónclave de alocuciones encendidas, habida cuenta de que el enfrentamiento discursivo estará reemplazando, al menos este año, a la interna partidaria que casi irremediablemente debe tener el radicalismo para zanjar las diferencias que existieron desde antes de las elecciones primarias y no pudieron disimularse en las elecciones generales, que concluyeron en una derrota histórica para el centenario partido en la provincia. Pedido de renuncia Mientras el intendente de Maciá, Ricardo Troncoso, junto a un grupo de jefes comunales hace campaña por la renuncia de las autoridades partidarias; el presidente del Comité Provincial y diputado nacional electo Jorge D’Agostino afirma que deberán asesinarlo para que deje su mandato antes de tiempo. Se supone que se trata de una metáfora. De lo contrario habría que analizar si existe alguien capaz de matar por la conducción de la UCR entrerriana. Troncoso también juega con las palabras y afirma por cuanta radio o canal de tevé que se le cruza, que no le pide la renuncia a nadie, pero que las autoridades actuales del partido deberían dar un paso al costado para facilitar las cosas. ¿Qué cosas? Rearmar el partido para estar en condiciones de disputar intendencias y bancas legislativas en 2015. Pensar en la Gobernación parece mucho por ahora, salvo que la situación nacional condicionara grandemente el marco provincial de esos comicios. Apoyos menguados Da la impresión de que no son muchos los dirigentes que apoyan a Troncoso en su idea, al menos si se consideran las declaraciones periodísticas. Pero claro, una cosa es -se sabe- decirlo por radio a las 7 de la mañana, y otra hablar en el congreso radical cuando los ánimos ya estén caldeados en el salón de la vieja casona de calle San Martín. Es probable que ese día sean más los que pidan la cabeza de D’Agostino, Arralde y compañía. El exsenador aclaró, por las dudas, que el congreso debería declarar la caducidad de todos los mandatos partidarios para avanzar en la idea de Troncoso, ya que de lo contrario se violaría la democracia interna del radicalismo. Ayer se pronunciaron en favor de la postura de Troncoso algunos intendentes como Carlos Cecco, de Federación; Fabián Murilla, de Islas; o Jorge Holzman, de Gilbert. Troncoso cree que si las autoridades partidarias cambian, y sobre todo si él preside el Comité Provincial, el partido podría prepararse mejor para 2015. En su entorno ya se lo imaginan candidato a gobernador. Lo que Troncoso no dice, pero piensa, dicen sus allegados; es que la elección provincial podría realizarse en marzo de 2015 -como ocurrió en 2007- y esto les resta tiempo a los radicales. Por eso, explican , su apuro por reorganizar al radicalismo entrerriano. La discusión que podría producirse en el cónclave Evidentemente el congreso será atractivo. Al reproche de haber manejado el partido solo con los amigos, de manera sectaria y excluyente que le formularán al benedettismo -que detenta la conducción partidaria-, sobrevendrá la respuesta hacia los dirigentes de otros sectores de no haberse involucrado en la campaña, en el mejor de los casos; y de haber traicionado algunos a la UCR trabajando soterradamente para De Ángeli. En ese mar de acusaciones que ya hoy se escuchan por lo bajo, la conducción partidaria mantiene incluso sin resolver algún pedido de desafiliación en contra del exintendente Sergio Varisco y alguno de sus familiares cercanos. Algunos radicales seguramente le reclamarán al benedettismo no haber acordado con De Ángeli cuando el ruralista se plantó con su consigna “senador o nada” reclamando para sí la candidatura que también quería Atilio Benedetti. Del otro lado le responderán, posiblemente, que poco podían hacer frente a un dirigente que muy suelto de cuerpo les habría dicho que disponía de 12 millones de pesos para pagar su campaña (algunos radicales hablan de 10 millones) y que la falta de estructura no era un problema porque con ese disponible se podían conseguir los fiscales, asesorados por exlegisladores justicialistas. La referencia alude a la paternidad del macrismo porteño sobre la candidatura del ruralista, al que apoyaron con dinero y la elaboración de la campaña. El relato de esa reunión es conocido y replicado por toda la dirigencia radical entrerriana, de igual manera que casi todos saben que son pocos los dirigentes de la UCR que meten la mano al bolsillo cuando se trata de financiar actividades partidarias. En el congreso de junio fueron muchos los dirigentes que sostuvieron la “necesidad” de ir solos a la elección, con la histórica Lista 3. Habrá que ver cuántos defienden ahora esa postura. Posiblemente la discusión derive en otras alianzas fracasadas. Por caso, el acuerdo con el Frente Amplio Progresista, conducido por el socialista Lisandro Viale, con quienes se había hecho un acuerdo electoral en 2011 pero en 2013 no pudo repetirse. Algunos reclamarán por esa circunstancia, aún sabiendo que el 5% (casi el 6% en diputados) que obtuvo el sector solo les hubiera servido para salir segundos, si se tratara de una suma matemática. No faltará quien opine que fue mejor no acordar y así saber claramente cuál es el caudal de votos del FAP entrerriano, que a veces actúa como si tuviera los votos del FAP santafesino, según se quejan varios radicales. Otro recordará que en 2011, con el FAP de socio electoral, la UCR sacó menos votos que el 27 de octubre. Y es verdad. En 2011 los radicales sacaron 123.635 votos para gobernador y 126.080 para diputados provinciales, y ahora obtuvieron 162.166 para diputados nacionales y 154.169 para senadores. Claro que el ejercicio de la memoria puede reavivar la discusión hacia adentro, si se recuerda, por ejemplo, que muchos dirigentes radicales -especialmente intendentes- que admitieron no haber trabajado electoralmente para su partido antes de las elecciones primarias, sí lo hicieron para las generales. Y en las generales a la UCR le fue peor que en las PASO. “¿Entonces quién perdió votos? ¿Ustedes o nosotros?”, se preguntaría un benedettista molesto. Otro capítulo interesante del debate puede ser lo referido a la estrategia de campaña. Le reprocharán a Benedetti haber pegado poco en la campaña, verbalmente claro. Que a (Sergio) Urribarri no, porque tenía buena imagen; que a de Ángeli no porque había que seducir a sus electores; que a la presidenta Cristina Fernández no mucho, porque estaba enferma; y que ni siquiera se pusieron de acuerdo en criticar o no la gestión municipal de Blanca Osuna. Le responderán, tal vez, que poco puede criticar el que no aportó nada a la campaña. Y hablando de cosas sin hacer, tal vez alguno les recuerde que el bloque de diputados hace rato que no hace oposición. En fin, este listado no tiene pretensiones de agotar las posibilidades de debate del radicalismo, que son innumerables. Tal vez en lo que sí puedan ponerse de acuerdo todos es en que existe una interna sin saldar, y que de alguna forma debe ser resuelta. Y tal vez también coincidan en que el radicalismo, al menos en las ciudades más grandes de la provincia, ha perdido presencia en la calle, en los barrios, junto a los vecinos y eso no puede achacársele solo a las abultadas billeteras del oficialismo o de De Ángeli.