L
a derrota del peronismo en Santiago del Estero abrió un áspero debate en el gobierno de Néstor Kirchner. En el centro de la discusión está la conveniencia o no de jugar a dos puntas con las candidaturas para las elecciones legislativas de este año.
El comportamiento errático del Gobierno en el laboratorio santiagueño terminó con un dirigente radical en la Gobernación —Gerardo Zamora— y la imagen negativa que acompañó el traspié de la Casa Rosada en el primer examen electoral.
Hubo un tibio intento oficial para escaparle a la erosión del resultado electoral en Santiago, pero el concepto "la derrota del juarizmo es un triunfo del Gobierno" no logró convencer.
Hace once meses, el entonces secretario de Justicia, Pablo Lanusse, viajó como interventor federal a Santiago con la orden de ponerle fin al juarizmo, llamar a elecciones y ungir a un gobernador surgido de una amplia coalición política, siguiendo el modelo que usó Catamarca para terminar con la dinastía Saadi.
Pero la inexperiencia política de Lanusse y la voracidad de los dirigentes del PJ santiagueño alimentaron la debacle. Por eso, a mitad de camino el Gobierno cambió la estrategia: encabezado por Aníbal Fernández, volcó todo su apoyo al candidato peronista, José "Pepe" Figueroa, quien se presentaba como parte de "la nueva política" kirchnerista y que meses antes había puesto sus bienes como garantía para que Carlos Menem pudiera pagar una caución y dejara de ser prófugo de la Justicia argentina.
Ni la visita de Daniel Scioli ni la de Alicia Kirchner pudieron hacer nada para evitar el desastre. El domingo triunfó un radical y al otro día Carlos Juárez salió en libertad. Y si algo le faltaba al kirchnerismo era que Eduardo Duhalde saliera después a criticar la estrategia oficialista.
Lo de Duhalde no es inocente. El bonaerense jamás se preocupó por el sistema feudal armado por Juárez, y lo respaldó hasta que su situación se hizo insostenible. Al mismo tiempo, prepara el terreno para la negociación final con Kirchner por las listas de candidatos del PJ en la Provincia.
Al parecer, las elecciones de Catamarca el próximo domingo serán otro trago amargo que el Gobierno deberá pasar antes del turno de octubre. En las listas del justicialismo —que allí lidera el polémico Luis Barrionuevo— apenas hay un dirigente kirchnerista (Raúl Jalil) y, en el Frente Cívico, la presencia de dos candidatas K parecen poca cosa como para que la Casa Rosada pueda asociarse al éxito que las encuestas le auguran a la alianza gobernante.
Los dos resultados adversos que el oficialismo podría tener en una sola semana pusieron en jaque la estrategia de dos caras que el kirchnerismo parece preferir en materia electoral. Apenas asumió, Kirchner alentó a dirigentes aliados para que construyeran un movimiento "transversal" que desafiara a las estructuras del PJ, a las que, en tono despectivo, suele llamar "pejotismo".
El Presidente analiza en estos días la estrategia electoral adecuada para el resto de las provincias, sobre todo en Buenos Aires, donde esperan Duhalde y una pulseada que involucra al 38% del padrón del país.
Todavía hay en la Casa Rosada quienes le sugieren hacer listas por afuera del PJ para consolidar en soledad su poder, y hay quienes opinan que lo mejor es aglutinar fuerzas alrededor de la llama peronista.
Pero será Kirchner quien tome la decisión final. Al fin y al cabo, será su gestión la que será plebiscitada el 23 de octubre.
