Opiniones
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Lunes 30 de marzo de 2020
Escribe: Luis Edgardo Jakimchuk (*): ¿El coronavirus vencerá a la tiranía del mercado? La encrucijada y el destino

Esta crisis del coronavirus nos plantea un problema decisivo a los argentinos: la relación entre las pautas económicas y financieras,  las formas de ejercer el poder y rol del Estado y el ciudadano en sus formas del trabajo, derechos  y desigualdades.  Estas cuestiones están  profundamente imbricadas entre sí.  

Claramente, el neoliberalismo no puede ser reducido a una teoría económica o política, sino en una práctica gubernamental,  que se dirige hacia determinados objetivos.  

Una práctica que no se caracteriza por anhelar una “sociedad última”, una "comunidad de destino",  sino la producción de determinadas relaciones sociales, formas de vida y de un sujeto neoliberal. En este sentido el neoliberalismo se ha sostenido y expandido gracias a una profunda y colosal captura de las subjetividades.   

Esto está claramente explicitado en una entrevista al Sunday Times del año 1981, la entonces Primer  Ministra británica M. Thatcher (país donde la ideología neoliberal se ha aplicado con más rigor) le decía que la economía era (sólo) un método y que el verdadero objetivo (de su gestión)  “era cambiar corazones y almas”. 

Esta definición, a todas luces muestra que el consumismo capitalista es algo más que un simple modo de producción de bienes, es un proceso de subjetivación tanto o más como un proceso de producción y esto es lo que hoy observamos claramente.

Cómo se puede entender qué le sucede a la gente que ve afectada su salud, que afecta el desarrollo  de las industrias, el destino de los empresarios, los trabajadores, los trabajadores informales, los pobres, sin tener consciencia de la economía en la cual vive.

Hoy en el mundo se suman análisis y debates sobre si  esta pandemia podría terminar con este capitalismo imperante, si cambiará o no  las correlaciones de fuerzas dentro de los Estados.

Lo cierto es que esta crisis puso al mundo  ante un espejo.

Refleja el colapso del orden neoliberal  y amenaza con una disrupción de consecuencias que nadie puede prever. Vemos como deciden priorizar la economía depredadora antes que el bienestar de la población. Vemos las serias contradicciones de los postulados neoliberales y los dogmas desregularizadores de los  divulgadores del “déficit fiscal, del achicamiento del Estado, de la disminución del costo laboral, entre otras tantas, replanteándose sus teorías. Ahora incluso estos vaticinadores de la derecha son intervencionistas y partidarios del gasto público (transitan la era post-austeridad).

Desde el Estado  ¿Qué decirles a una sociedad fragmentada,  desocializada y vulnerable que le penetra a una velocidad vertiginosa el virus? ¿ Que se le dice a los que se vieron favorecidos económicamente en los últimos cuatro años?.

Esta sea tal vez la pregunta que defina un sistema que sea sostenible para nuestras generaciones futuras.

¿ Y después, hacia qué tipo de capitalismo queremos ir los argentinos?

Alberto Fernández arranco su mandato  con una deuda externa que llega al  91% del PBI nacional y requiere una restructuración. Un Estado desfinanciado por el gobierno neoliberal criollo que otorgo  exenciones impositivas a los sectores de mayor ingreso de la sociedad y, elimino las retenciones en general, manteniendo la de la soja pero con descenso del 0,5% mensual en la alícuota (el campo aumentó sus ganancias un 870% desde 2015. El año pasado se llevaron U$S 7.632 millones a sus bolsillos, luego de pagar costos e impuestos). 

Qué consecuencias trajo?: los ingresos de la Administración Nacional en el año 2015 que eran del 25,8% del PIB, cayó al  22,5% del PIB en 2019. Un  PIB que además es menor al que era cuatro años atrás. A ese recorte de ingresos fiscales, se le debe sumar que el pago de los intereses de la deuda  que se acrecienta otros 3,33% del PIB (gasto público), y ese porcentaje del producto, se financia con más deuda.

En el contexto de encontrar un rumbo para encauzar el desastre económico social y no caer en la desintegración social, irrumpió el coronavirus y, la reacción del gobierno  de Fernández, fue de “manera oportuna y precoz priorizando la protección de la vida de la gente” (reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas). Medida que el gobierno sabe perfectamente la  implicancia restrictiva a la actividad económica. Aplanar la curva de infecciones costará muchos recursos.

El desafío político que representa para Alberto Fernández esta crisis (que poco se sabe cuál será el daño que va a ocasionar, ni cuan fácil o difícil será volver a la normalidad),  no es sencilla. Esta crisis tendrá como saldo,  mayor desempleo y  malestar en todos los ámbitos porque las compensaciones  estatales serán insuficientes.

Para el futuro inmediato el presidente imagina un escenario posible: “Tenemos que lograr que el capitalismo del futuro sirva para producir y dar trabajo, en un escenario de mayor igualdad, que todos tengamos la mismas posibilidades de progresar y de crecer”.  

En este escenario, el gobierno debe asumir con capacidad política y gestión de Estado, la existencia directa entre la renta, los salarios, precios de los bienes de consumo y niveles de bienestar. Se debe actuar de  los efectos dañinos de las políticas implementadas anteriormente que desfinanciaron la salud, la educación, la infraestructura del país, y redujeron los salarios y llevo a una tremenda desocupación.

Por supuesto que emergerá las discrepancias, propias de los “codiciosos” (así los llamó el presidente) que no quieren ceder un gramo de sus beneficios a la sociedad.  Se resquebrajarán consensos.  

Pero ningún otro actor social como la colectividad del Estado-Nación  puede aportar orden, certezas, y crecimiento equitativo. “Nadie se salva solo”, sentenció el Papa Francisco.


(*) Ex diputado provincial.

 

 


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