Opiniones
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Domingo 01 de noviembre de 2020
Jorge Fontevecchia (*): La falacia de la tierra

Argentina tiene una de las menores densidades poblacionales del mundo. Con 16 habitantes por kilómetro cuadrado, estamos en el puesto 208. La despoblada Uruguay tiene 19 habitantes por kilómetro cuadrado, Brasil 24, Estados Unidos 33, Venezuela 34, México 64, España 97, Francia 104, China 144, Suiza 200, Italia 206, Alemania 225,  Inglaterra 265, Vietnam 300, Japón 333, India 394 y Corea del Sur 555, siempre habitantes por kilómetro cuadrado. Solo tienen menos densidad poblacional que Argentina los tres gigantes deshabitados del planeta: Rusia 8, Canadá 4 y Australia 3 habitantes por kilómetro cuadrado con la ventaja para Argentina de no tener mayoría de tierras desérticas como Australia, ni heladas como Rusia y Canadá.

¿Cómo un país con tanta tierra y proporcionalmente tan pocos habitantes no puede darle a cada grupo familiar desamparado un terreno de 200 metros cuadrados equivalente al 0,02 de una hectárea y a 0,0002 de un kilómetro cuadrado para que construya su casa?

Un kilómetro cuadrado es equivalente a 100 hectáreas y equivalente a un millón de metros cuadrados.  Desde una aritmética simple, si 2 millones de familias (un 15% del total) no tienen vivienda propia y se repartieran 2 millones de terrenos de 200 metros cuadrados cada uno, equivalentes a 400 millones de metros cuadrados y a 40 mil hectáreas, se solucionaría el problema. Estas 40 mil hectáreas son 400 kilómetros cuadrados y el 0,00014 del total de kilómetros cuadrados del país.

Aun asumiendo que solo un décimo de nuestra geografía fuera plenamente habitable, y que hubiera que adicionar un 25% a calles y espacios públicos a esas nuevas urbanizaciones, igual se llegaría a apenas el 0,0005 del total de la superficie del país. Nada.

Obviamente aquí aparece el tema de la inmigración interna y externa, y la comprensible predilección por vivir cerca de la ciudad de Buenos Aires por todo tipo de cuestiones. Pero aun así, si todos se concentraran solamente en la provincia de Buenos Aires, que tiene poco más de 300 mil kilómetros cuadrados, esos 400 kilómetros cuadrados más el 25% de calles y plazas, sería menos del 0,2% de la superficie bonaerense. Aun considerando el espacio público, el equivalente a 30 Nordeltas.

Así como China hizo centenas de millones de viviendas, el problema no es crear 2 millones de casas sino de empleos Dado que proporciones numéricas cuestan representarse y para simplificar hasta por el absurdo digamos que habría que urbanizar lo que queda de campo en el equivalente a tres kilómetros en el semicírculo que va del sur de Florencia Varela, el oeste de González Catán y Moreno, y el norte de José C. Paz y Escobar.

Exageradamente, que desde La Plata, Luján y Campana no haya más campo y sea todo urbanización. No es inimaginable, a 20 mil dólares la hectárea que el Estado con solo invertir 800 millones de dólares podría comprarlas: es apenas el costo de una autopista o cuatro Paseos del Bajo en la Ciudad de Buenos Aires frente a Puerto Madero. El problema es otro. Es que para urbanizar un campo se puede necesitar diez veces más que el valor de la tierra –8 mil millones de dólares– para la suma de cloacas, calles, electricidad y el resto de servicios.

A modo de ejemplo, los barrios cerrados hasta tuvieron  que subsidiar el tendido de base para la llegada de los proveedores de internet. Si como resultado de una especie de Plan Marshall que en Alemania de posguerra permitió la construcción de casi la mitad de las casas del país destruidas por la guerra, Argentina contara con financiación del Banco Mundial para, además de esos 800 millones de dólares en terrenos y los 8 mil millones de gastos en infraestructura para urbanizar el campo, también se obtuviera la financiación para construir 2 millones de casas de 60 metros cuadrados cada una a 300 dólares el metro: 18 mil dólares cada casa, esos 120 millones de metros cuadrados de construcción costarían 36 mil millones de dólares.  La suma de los 800 millones de dólares de terrenos, los 8 mil millones de infraestructura pública y los 36 mil millones de construcción de casas, hacen un total de 44.800 millones de dólares, algo tampoco impensado porque es muy parecido al crédito del Fondo Monetario Internacional a Macri y un cuarto del ahorro de los argentinos en el exterior.

Tampoco sería imposible si simultáneamente a la construcción de todas las casas, esos 2 millones de familias y alrededor de 8 millones personas pasaran a no precisar más ser subsidiadas con alrededor de 3 mil millones de dólares anuales ya sea con IFE, ayuda alimentaria, asignación familiar por hijo, etc., porque pudieran pasar a tener un trabajo por familia y en 15 años se repagarían el crédito del Banco Mundial genuinamente, ingresando en el círculo virtuoso.

Nordelta, donde viven 50 mil personas y podrían llegar a casi 100 mil, es el resultado de la falta de inversión del Estado en urbanización, un siglo atrás los bisabuelos de esas mismas personas vivían en barrios abiertos, en casas como las de San Isidro y tantos barrios abiertos del Gran Buenos Aires con calles  e infraestructura construida por el Estado. Pero la población del Conurbano se multiplicó por 5 en un siglo y por dos en los últimos cincuenta años sin que las inversiones en urbanización pública hayan sido proporcionales.

Los barrios cerrados, como las tomas, son fruto del mismo problema: los que pueden pagar financian su propia urbanización; los que no pueden viven hacinados sin servicios mínimos. Un plan habitacional como el alemán de posguerra hasta podría ser parte del motor de un verdadero plan de crecimiento para Argentina. Pero para eso hacen falta dos pilares más: un plan productivo que promueva el trabajo como el propuesto por Lavagna para los nuevos empleos y una estabilidad macroeconómica que rompa con el círculo vicioso. 

Nuevamente Alemania podría ser una fuente de inspiración: resolvieron el problema de la hiperinflación entre guerras creando un sistema monetario que garantizaba el total del dinero y bonos emitidos en moneda local con tierras fiscales.  Volviendo al comienzo de la columna sobre la cantidad de habitantes y territorio: la superficie de Argentina es 8 veces mayor que la de Alemania y nuestra población, la mitad. Hace falta un  plan que aspire resolver al mismo tiempo el problema de la falta de moneda, de trabajo y de espacio. No es imposible, los tres tienen la misma solución: ponernos todos a trabajar. 

(*) Cofundador de Editorial Perfil - CEO de Perfil Network. Publicado originalmente en el diario Perfil.

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