U
na mala maniobra provocó, este jueves por la noche, la salida de la ruta, el despiste y el vuelco trágico de la camioneta Nissan Frontera, conducida por el productor rural Alfonso Francisco Goette, de 70 años. Salió despedido por el sector del parabrisas y falleció por las heridas que le provocó el accidente. El violento episodio sucedió cerca de las 23 en la intersección de las rutas 32 y 35, en proximidades de la localidad de Seguí. Goette había sido investigado a partir de enero de 2002, por la desaparición de la familia Gill. Precisamente el 13 de enero de ese año, se lo vio por última vez a Rubén Gill, quien tenía 56 años. Con su mujer Norma Margarita Gallego (26) y sus hijos María Ofelia (12), Osvaldo José (9), Sofía Margarita (6) y Carlos Daniel (3) emprendieron un viaje corto hasta la ciudad de Viale, donde estuvieron en un velorio. Era ya de noche cuando regresaron al campo. Desde ese momento, nunca se supo más nada sobre el paradero de la familia. Jamás se encontró el más mínimo rastro del matrimonio y los chicos. Sólo se han tejido decenas de versiones, algunas de ellas incluso disparatadas. El "Mencho" Gill, como lo apodaban, vivía con su familia en una casa del campo La Candelaria, un predio rural ubicado cerca del cruce de las rutas provinciales 32 y 6, en el Departamento Nogoyá, en la zona central de Entre Ríos. Es un campo de alrededor de 500 hectáreas, propiedad del ruralista Alfonso Goette. Al paraje se lo conoce como Crucecitas Séptima, consignó Análisis Digital. Hasta que el misterio cubrió a la familia, los Gill eran un típico grupo familiar del campo entrerriano. El hombre era el puestero del campo, el encargado de realizar las tareas rurales. Su mujer trabajaba cocinando en una escuela rural, donde además concurrían los chicos. No tenían enemigos ni conflictos con nadie. O al menos eso era lo que se creía. Los familiares, especialmente un hermano de Rubén, se enteraron de la desaparición casi dos meses después. Ellos vivían en otra localidad, aunque mantenían contactos periódicos. Cuando preguntaron al dueño del campo, el empresario rural les dijo que se habían marchado, que de un día para otro habían decidido dejar todo para afincarse en otra localidad. Lo extraño fue que dejaron en la casa todos los electrodomésticos y algunas ropas de la familia. Ni siquiera habían pasado a cobrar el sueldo de la mujer por su trabajo en el colegio. La primera búsqueda se encaminó a la provincia de Santa Fe, donde tenían familiares. Supuestamente se habían ido allí buscando un mejor destino. Pero en ese lugar no sabían nada. Es más, la versión pareció más un intento de desviar la investigación. La causa, desde ese momento, fue por averiguación de paradero, y estuvo a cargo del juez de instrucción de Nogoyá, Jorge Sebastián Gallino y en la actualidad la conduce el juez Gustavo Acosta.